La historia de la lucha feminista en Chile tiene 3 grandes hitos, el primero que persigue nuestro sufragio entre 1913 y 1949; durante la dictadura bajo la consigna “Democracia en el país y en la casa”; y el renacer del movimiento que inicia en el año 2011, con la revolución pingüina y las primeras luces de educación no sexista, se afianza en el 2016 con el movimiento niunamenos, toma fuerza con el año 2017 y las marchas masivas por el aborto libre, para ya consolidarse en el año 2018 con el gran mayo feminista.
Por: Constanza Ossandón.
Sin embargo, los dos primeros hitos del movimiento cayeron en las eternas trampas del patriarcado, donde nos prometieron una lucha activa por nuestros derechos, que fue postergada una y otra vez por el bien común de la ciudadanía.
En 1949, una vez se logra obtener el derecho a voto en elecciones presidenciales y parlamentarias, las mujeres comenzaron a articularse con los partidos políticos, convencidas de que sería estos quienes pudieran representar sus demandas en el parlamento para asegurar una mejor calidad de vida para nosotras, consolidándose lo que se conoce como el primer silencio feminista en nuestro país.
La historia nos hace ver que nuestras demandas y derechos no gozaban de buena llegada en las sociedades patriarcales de ese entonces, por lo que durante la unidad popular y a posterior dictadura de nuestro país, las mujeres y feministas de ese entonces volvieron a organizarse, esta vez bajo la consigna de “democracia en el país y en la casa”, destacando en 1983 el Caupolicanazo bajo la consigna HOY, NO MAÑANA, donde se reunieron cerca de 10mil mujeres por la vida.
Posterior al plebiscito y en la transición a la democracia, se observa una nueva forma de articularse para las mujeres, llevando las demandas hacia la institucionalidad, con la implementación del Servicio Nacional de la Mujer, en 1991, buscando así la “democracia en la casa”. No obstante hasta el año 2005, dicho servicio tuvo una mirada conciliadora en la violencia, a través de la mediación en las dinámicas de violencia intrafamiliar.
La institucionalización del feminismo en Chile, produce un quiebre en el movimiento, además del contexto histórico que fue la “transición” hacia la democracia, por lo que este periodo se puede denominar un segundo silencio en la lucha feminista chilena, manteniéndose así hasta el año 2011 aproximadamente.
Si bien la revolución pingüina, apunta de lleno a la educación, se toma como punto de inicio de la tercera ola del feminismo chileno, en razón de las demandas asociadas a la educación no sexista, la tipificación del delito de feminicidio también marca un hito en la historia de la lucha de las mujeres, toda vez que esto nos permite visibilizar y cuantificar las mujeres que mueren a manos de la violencia patriarcal. Y es en este contexto, donde a raíz de las altas cifras de feminicidios años a año, aunado a la falta de justicia en Chile y el resto de Latinoamérica que aparece el movimiento Niunamenos.
Niunamenos permitió a las mujeres agruparse y acuerparse juntas en una sola consigna, despertó las conciencias de miles respecto a la violencia patriarcal, y en Copiapó congrego la primera marcha masiva de mujeres, que consolido el movimiento en la comuna.
Con este despertar, durante los años que siguieron, las conciencias activas lograron posicionar la marcha por el aborto libre, legal seguro y gratuito, y en mayo del año 2018, lograron posicionar el movimiento a nivel nacional, para erradicar la violencia hacia las mujeres en los espacios educativos.
Pero, ¿Por qué resulta relevante todo esto hoy?
Es que hoy estamos viviendo un nuevo proceso histórico, pese a que en el feminismo encontramos un sinfín de voces disonantes respecto de cómo se gestó el plebiscito y el actual proceso constituyente. Hoy como antes, las mujeres nos vemos enfrentadas a confiar nuestras demandas a un otro respecto de cómo serán las elecciones de constituyentes o ser nosotras mismas quienes las llevemos a la nueva constitución.
La historia de las mujeres en Chile nos ha enseñado a desconfiar de la institucionalidad, nuestras demandas han sido una y otra vez postergadas, incluso por nosotras mismas. Por el bien común, por la infancia y un sin número de razones que parecen más importantes que legislar en cuanto a la autonomía y soberanía de nuestros derechos sexuales y reproductivos, de la comaparentalidad, de las condiciones de maparentalidad, brechas salariales, condiciones laborales, etc, etc. Pero hoy, tenemos la oportunidad de no postergarlas, de no dar paso a un nuevo silencio feminista y de hacer una nueva constitución que vaya en concordancia de más del 50% de la población.
De esta forma, resulta relevante y urgente, que podamos tejer redes entre nosotras para levantar nuestras demandas e incluir el affidamento en nuestro lenguaje, porque solo a través de la confianza y la lealtad entre nosotras podremos impedir un nuevo silencio feminista, una nueva traición hacia nosotras por parte del estado.
Así como incluimos la sororidad en la cotidianeidad, deberemos incluir el affidamento en lo político, y que no es más que la creación de lazos solidos entre nosotras, otorgándonos confianza y autoridad las unas a las otras.
Si la pregunta a esta opinión fuera ¿y nosotras cuándo?, la respuesta sería necesariamente AHORA.
Por la autonomía y soberanía de nuestras cuerpas y territorias.