Reflexiones a un año de la desaparición de Catalina Álvarez

Hace un año desapareció Catalina Álvarez. Nuestra colaboradora Constanza Ossandón nos dice: «A un año de la desaparición de la Cata, sólo vemos cómo se repite la historia de Fernanda Cortés en Diego de Almagro, Marta Bustos en Huasco y Marina Cabrera en Copiapó».

Por Constanza Ossandón / Foto: El Dínamo

El 23 de julio del 2019, comenzó a circular la foto de Catalina Álvarez, difundida por su familia luego de que no volviera a su casa después de una fiesta. Según consignan los medios de comunicación local y que han podido entrevistarse con la madre, al poner la denuncia por presunta desgracia, Carabineros de Chile cuestionó la veracidad de la desaparición e intentó disuadir a los padres de efectuar dicha diligencia apelando a la edad de la joven y a que se encontraría “carreteando”.

No obstante, la historia ha sido diferente.

Catalina Álvarez tenía 16 años y estaba comenzando a vivir su adolescencia, explorar el mundo y exponerse a los peligros que toda mujer enfrenta, por solo ser mujer.

Salió con sus amigas y subestimó la peligrosidad de tomar un colectivo en la noche, encontrándose entonces con Hugo Pasten, violador condenado que obtuvo beneficios por buena conducta en el recinto penal.

¿Cuántas de nosotras nos hemos cuestionado si utilizar o no un colectivo en medio de la noche?

¿Cuántas de nosotras hemos pagado más para volver seguras a nuestras casas?

¿Cuántas de nosotras tenemos un número de confianza para que nos pase a buscar durante la noche en donde sea que estemos?

Todo eso lo aprendimos con los años, con las malas experiencias de amigas y familiares, que escuchamos en los distintos espacios por donde transitamos, secretos a voces de mujeres que vivieron experiencias traumáticas al volver, o no volvieron. Pero la Cata, estaba recién empezando a explorar el mundo, y no sabía el peligro que es para nosotras salir de noche. No tenía tampoco porque saberlo, o porque imaginarlo, porque las mujeres no debemos vivir así.

¿Qué hubiera pasado si Catalina no hubiese desaparecido?

Probablemente hubiese sido otra mujer, a la que hubieran juzgado de la misma manera, así como lo hicieron antes con Marina Cabrera, quien según Carabineros de Chile, abandonó a su esposo e hijo para irse con otro hombre, y aparecer 5 meses después, muerta en un pique minero donde trabajaba Hugo Pasten.

Si no hubiese desaparecido la Cata, hoy recordaríamos a otra compañera.

Porque… no fue su culpa, no fue como vestía, ni la hora en la que transitaba en la calle. La culpa es del Estado cómplice del machismo y patriarcado, que decide hasta cuándo podemos y debemos vivir las mujeres.

La culpa, fue de quienes determinaron que Hugo Pasten no era un riesgo para la sociedad, y en su reinserción social asesino a 3 mujeres.

¿Y cómo no culparles? Cuando vemos con tristeza que en Atacama las mujeres desaparecen un día y luego aparecen muertas, sin ser encontradas siquiera por la policía, sino por animales o personas que transitan en espacios recónditos donde esconden nuestros cuerpos.

Como no culpar al estado, cuando sigue siendo un cómplice silencioso en todas sus divisiones de la realidad de las mujeres, cometiendo crimines por omisión, por desdén, por falta de perspectiva de género, terquedad y soberbia, porque no olvidamos al fiscal a cargo declarando que los casos de Sussy Montalban, Marina Cabrera y Catalina Álvarez no tenían relación.

En Atacama las mujeres estamos solas

No olvidamos tampoco, las falsas promesas efectuadas por otros agentes del estado, como la instauración de cámaras de video en la locomoción colectiva que a la fecha no se ha hecho efectivas y además se desconoce cómo se fiscalizaran o se trabajará con ellas, siendo una medida arbitraria y populista que en nada nos devuelve la seguridad a las mujeres.

Pero sepan ustedes, que lo que pasó con la Cata removió todo en nosotras y nos hizo dejar de creer en su discurso populista, porque sabemos que en Copiapó y Atacama las mujeres estamos solas. Por eso nos hemos organizado y nos acompañamos para protegernos, para nunca más olvidarnos y exigir el fin de la violencia hacia nosotras.

La Cata hoy día cumple un año de desaparecida, y es un año donde no hemos descansado como mujeres frente a la injusticia patriarcal, visibilizando como el sistema judicial ha protegido a Pasten desde el día 1, trasladándolo al centro penitenciario Huachalalume en primera instancia, para que el 29 de enero su abogado defensor solicitara que el acusado cumpliera prisión preventiva en contexto domiciliario. Y es que hasta hace unos días Pasten tenía el descaro de hacer huelga de hambre para exigir su traslado a la cárcel de Copiapó, porque sabe que el sistema lo ampara y que si las mujeres y feministas no estamos atentas sus peticiones podrían tener a lugar, puesto que ya lo consiguió una vez.

A un año de la desaparición de la Cata y su presunta muerte, las mujeres de Copiapó y Atacama ya no somos las mismas, porque hemos visto como la (in) justicia patriarcal, no la busca, no se mueve, no da respuestas y se jacta de los pocos o nulos avances que presentan.

A un año de la desaparición de la Cata, sólo vemos cómo se repite la historia de Fernanda Cortés en Diego de Almagro, Marta Bustos en Huasco y Marina Cabrera en Copiapó.

A un año de la desaparición de la Cata, la recordamos con más fuerza que nunca, y nos unimos para exigir justicia por ella y por todas las que ya no están.

 

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