La importancia de la literatura y la escritura periodística en la revolución de 1859

Un desconocido aspecto de la Revolución Constituyente es la influencia de los pensadores y artistas, quienes a través del periodismo y la poesía principalmente lograron catalizar los ideales que llevaron a un estallido social y político que derivó en el enfrentamiento de atacameños contra el gobierno centralista. Poetas y periodistas que han sido olvidados regresan en la pluma de Martín Rojas Chiya. 

Por: Martín Rojas Chiya

Según el escritor Arturo Volantines en uno de sus artículos, nos comenta que fueron varios poetas los que se plegaron a la revolución; se dice que fue una revolución poética realizada y guiada por poetas. Entre los cuales se encontraban Pedro León Gallo quien escribió notables sonetos; Guillermo Matta quien era un poeta internacional; Valentín Magallanes y el poeta Ramón Escuti Orrego quien escribió  versos a los Zuavos de Chañarcillo; pero el autor esencial de la revolución fue Ramón Arancibia, autor del himno revolucionario y marsellesco, denominado: «La Constituyente», que las tropas y el pueblo cantaban más allá de los años del siglo XIX.

Ramón Arancibia fue poeta desde siempre. Al llegar a Copiapó escribió versos a su amada, Estos versos ubican al poeta dentro del apogeo y madurez literaria chilena. En esa época se estaba desarrollando en Copiapó la primera Generación literaria del país; y, además, contaba con el primer crítico literario nacional: Rómulo Mandiola.

LA CONSTITUYENTE

Por Ramón Arancibia

 

Coro Música: Enrique Billet

 

Alcemos nuestras voces,

cantemos la esperanza,

luchando por la alianza

de patria y libertad.

 

Que el voto noble y santo

que pide Asamblea

Constituyente, sea

el canto popular.

 

Estrofas

La nación ¡oh chilenos! que un día

vencedora paseó su bandera;

la que libre y dichosa se viera

del progreso en la vía marchar:

 

Esa patria que un yugo extranjero

destruyó combatiendo incansable,

¡oh vergüenza! un mandón miserable

hoy la obliga de nuevo a luchar.

 

De los hombres que patria nos dieron

con su sangre, el ejemplo sigamos;

libertad y justicia heredamos,

nuestros hijos las tengan también;

 

reivindiquemos de patria los fueros,

que el poder vilipendia sañudo,

con la unión general ese rudo

despotismo sabremos vencer.

 

No con sangre de hermanos manchemos

nuestro suelo, mansión de los bravos;

no merecen los pobres esclavos

del gobierno, la guerra encender:

Que la unión, la justicia, el derecho,

con nosotros están en batalla,

y ellos nunca osarán esa valla

atacar en su triple poder.

 

Esa carta, mezquina y tirana,

vil resabio de una era sangrienta,

de que abusa el poder que sustenta,

que se llama la Constitución;

 

se reforme por hombres patriotas,

ilustrados, que el pueblo proclame;

los tesoros que allí se derrame

de justicia, libertad y unión.

 

Venga a bajo la hipócrita carta

que un solo hombre el poder ha confiado,

con sus leyes absurdas; que ha dado

los estados de sitios también.

 

que el poder se divida, y que libre

pueda el pueblo escoger sus Congresos,

sus cabildos, sus jueces y aun esos

mandatarios que hoy nombra sólo él.

 

Cese el pueblo de ser el juguete

de mandones sin ley; verdaderas,

las palabras (hoy vanas quimeras)

democracias y justicia serán.

 

Y volviendo a la patria sus fueros,

se alce Chile con noble entereza,

y sus hijos con fe, a su cabeza

un gobierno ilustrado tendrán.

 

 

También apareció entre los poetas un muchacho llamado, Pedro Díaz Gana quien nació en Valparaíso en 1830, pero se sintió  copiapino  por lo que advirtió  durante sus 36 años de vida; y fue sin duda, el precursor de la poesía popular en Copiapó, según lo que plantea Pedro Pablo Figueroa. Díaz Gana era un hombre con grandes conocimientos literarios, arrojo como artista que entendía su entorno político y social lo que lo hacía enviar poemas y cartas llenas de lirismo a los intendentes de Atacama, denunciando los pesares de los  trabajadores mineros  y las acusaciones falsas hechas por tribunales y militares a los trabajadores que se manifestaban durante la mitad del siglo XIX, además poseía un gran talento.

 

Era un bohemio y aventurero,  esto lo llevó, junto a su hermano José Díaz Gana, el descubridor del mineral de plata Caracoles, a explorar los vastos cerros nortinos. Gustaba de las fiestas, las grandes reuniones sociales y el contacto con los trabajadores, eso sí bastante silencioso y de voz baja.

 

En las Memorias de Sebastián Cangalla, pseudónimo de Pedro Díaz Gana, quien también firmaba como Pepe Chiflón,  comenta asuntos personales como: “Porque nací con una timidez tal, y que hasta ahora conservo, que parece que me hubiera criado entre tazas de porcelana. Por esta razón todos me embromaban en la aldea, y vivía tan acoquinado que no tenía más amigo que uno de los perros de casa”

 

Pedro Díaz Gana, más conocido como Sebastián Cangalla o Pepe Chiflón, es sin duda el poeta distinto del siglo XIX, el más punzante y arrojado frente al abuso del gobierno y los patrones mineros. Se sentía pueblo y era parte el.

 

 

ROMANCE DE SEBASTIÁN CANGALLA A PEPE CHIFLÓN

 

Habrán podido olvidar

la burla y el menosprecio

que han hecho de nuestras leyes

para humillar a los pueblos?

No ves como se han valido

de los hombres más ineptos,

más bárbaros y arbitrarios

para bajar nuestros derechos?

 

De chiflón una mirada

por los diferentes puestos

que ocupan hoy esos hombres

que rodean al gobierno

y verás sólo miseria

y un triste envilecimiento

propio de esas almas bajas

de la moneda instrumentos

ya vez las contribuciones

las gabelas, los impuestos

las innumerables multas

que le quitan al obrero

 

Las trabas para la industria

y ese despotismo quiero

ejercer los despiadados

con los hombres indefensos

llaves la farsa risible

de que se vale el gobierno,

divisando insurrecciones

hasta en horribles incendios;

llamas con la Fuerza Armada

nos provoca en su despecho

para derramar sin duda

la sangre de los chilenos

y ver correr Los Arroyos

quien Loncomilla corrieron!

Ya ves cómo ha comenzado

a encarcelar en los pueblos

forjando revoluciones

que ni es la mente existieron!

 

Más que importa, es la agonía

en el postrimer esfuerzo

Qué hace el moribundo déspota

en su carcomido asiento.

 

De que se abre

al porvenir del chileno?

Pues bien, todas las provincias

que siente engañada fueron,

con mal metidas promesas

del más mentido gobierno,

 

cansadas ya del tirano

que las miro con desprecio,

hoy se ostentan poderosas

reclamando sus derechos.

 

La unión lleva por divisa,

luego la reforma es el objeto

o que el déspota obcecado

entregue la banda al pueblo juntos

 

 

LA CONDICIÓN DEL MINERO (AL SEÑOR INTENDENTE)

Por: Sebastián Cangalla

 

Señor: Sebastián Cangalla,

hijo de Chile y minero

de ejercicio y profesión,

con el debido respeto,

como más haya lugar

en justicia y en derecho,

y como representante

de todos mis compañeros,

a usía digo que

ha llegado a tal extremo

la injusta persecución

que se sigue a nuestro gremio,

con multiplicadas multas

y tanto encarcelamiento,

que nos vemos obligados

a protestar de concierto

contra tan bajas medidas,

indignas de un buen gobierno.

 

Ya no podemos, señor,

bajar ni un rato a este pueblo

a ver a nuestras familias

y a dejarles el sustento,

o a comprar lo que nos falta

en el mercado y comercio,

sin que nos tomen por vagos

o nos quiten cuatro pesos,

que ganamos con sudores

y fatigas en los cerros.

 

Esto es ponernos, señor,

en un completo destierro,

porque no tenemos fraques

para pasear por el pueblo;

y usía sabe muy bien,

como hombre de entendimiento,

que el hábito no hace al monje,

ni la manta hace al ratero.

 

Pero ya no falta más

que vuestros humildes siervos

nos den un día la albóndiga

que reparten a los perros.

 

¿Y esta es la igualdad, señor,

que decantan los chilenos?

¿Así se paga el trabajo?

¿Así se trata al obrero?

Y no es solo esto, señor;

pasemos por un momento

a hacer examen del trato

que se nos da allá en los cerros:

usía sabrá el registro

que introdujo un extranjero,

para infamia de los hombres

y en mengua de los chilenos,

no habiendo ley que autorice

tan bajo procedimiento;

pues da vergüenza decirlo

que en un país de progreso

se desnuden a los hombres

hasta verles el… empero,

si esto en Francia sucediera,

o en Inglaterra, por cierto

que arrastrara una cadena

el autor de tal proyecto.

 

Pero sucede aquí, en Chile,

en donde cualquier zopenco

dicta leyes a su antojo

sin que le pongan un freno.

 

De suerte, señor, que estamos,

como se dice, a dos fuegos:

en las minas nos infaman

y aquí nos sacan el cuero;

y de esto solo resulta

que no circula el dinero,

que el mercado se halla solo

y vende poco el comercio;

y en fin, que de tanta multa

no se sabe el paradero.

 

Por tanto: a usía suplico

que en vista de lo que he expuesto

se sirva mandar quitar

el registro a los mineros;

que paren algo las multas,

si no del todo; que el pueblo

lo cree un robo escandaloso,

y un miserable pretexto,

para poder sostener

el boletín del gobierno.

 

Dios guarde a usía mil años

y no se haga el zorro rengo…

 

 

También está, el gran líder de la revolución constituyente, Don Pedro León Gallo, quien escribía poemas, pero era  mejor cuando detallaba pasajes de otros famosos como de Jotabeche o instalaba proclamas para las huestes revolucionarias de Atacama.

 

León Gallo, el 5 de enero de 1859, hizo levantar en armas al pueblo de Copiapó contra el gobierno centralista, solicitando vehementemente la creación de una asamblea constituyente.  El movimiento social  era compuesto por trabajadores mineros, campesinos locales, jóvenes  copiapinos quienes con poca instrucción y armas, vencieron al ejército a cargo del táctico militar José Silva Chávez, el 14 de marzo de 1859, en la quebrada de Los

Loros cerca de la Serena  donde a los días publicó una proclama que fue leída en todo el país causando el temor del gobierno quien envío cinco barcos y artillería a la zona; a los días  pero fueron derrotados a causa de traidores y malas tácticas de combate el 29 de marzo en la batalla de Cerro Grande.

 

Gallo, derrotado en los campos de batalla, pero no en las ideas, tomó rumbo hasta Argentina para que el ejército no destruyera La Serena y menos su natal Copiapó en donde dejaría un episodio de violencia mayor y mortandad insospechada; allá repartió la pequeña fortuna que llevaba consigo entre sus soldados y desde Mendoza se fue a Buenos Aires, después a Estados Unidos y finalmente a Europa, donde recorrió los principales países. Regresó al país en 1863 y ese mismo año fundó la Asamblea Radical de Copiapó y, para propagar las ideas del partido, fundó el 5 de enero de 1864  el  diario El Constituyente.

 

Una herida recibida en la batalla de Los Loros, produjo su muerte de manera lenta  el 16 de diciembre de 1877,  esto no negó la posibilidad de que durante años este hombre instalara ideas  como las de Francisco Bilbao, las que hablaban de asuntos de integración americana, poder a las clases trabajadores de los países y el recelo a  explotación extranjera a la que se había abierto Chile luego de la cuestionada Independencia y  la constitución 1833 que apoyaba los inicios de este salvajismo económico que hoy nos reina.

 

PROCLAMA DE PEDRO LEÓN GALLO A LOS CONSTITUYENTES

Publicada en La Serena, previo al enfrentamiento de Cerro Grande

“Alerta, soldados de la República; Los defensores de la tiranía están a nuestra puerta, ya la hora de la prueba está cercana;  no tenéis que temerles, pues son los mismos que ya ven se vencisteis  en la memorable jornada del 14 de marzo; nada nos importa el número, que no se tus compras o sino con el corazón; y Dios, protector de la justicia que en arde el vuestro, enflaquece el de los enemigos.

Al emprender la campaña juraste ante el altar de la patria vencer o Morir; Espero que no daría lugar a que se os tachéis de perjuro y cobardes.  Más vale estar combatiendo con gloria en defender de los santos derechos del pueblo, que conservar una vida manchada y esclava; vosotros de aceptaste y esa gloriosa misión, serenos y decididos habéis sufrido por ella toda clase de sacrificios, no la abandonaréis en el momento supremo en que la suerte de la patria está encomendada en vuestros Bríos y fortaleza.

Soldados de la libertad: la victoria es  muestra. El sacrificio de nuestras vidas lo reclama la aventura de Chile, hoy esclavo del más cobarde de los déspotas, del déspota que saquea  y asesina al pueblo; no lo  economicéis en el combate… y el aplausos de los buenos os seguirán más allá de la muertes !Feliz quién muere por defender la felicidad de su suelo!

El genio del mal que manda desde La Moneda nos ha declarado la guerra de exterminio al pueblo chileno, enseñémosles con la moderación en el triunfo la distancia que existe entre El soldado del pueblo y un tirano y lo que hay entre el que muere gritando libertad y bendiciendo sus verdugos, del que muere rabioso y acosado por atroces remordimientos.

! Soltados: no hay más que elegir: o victoria o muerte!

P.L.G

 

Ente texto, esto no podemos olvidar a los escritores y editores de los periódicos El Copiapino y El Norte: Vicente Quesada, David Sanderson, José Nicolás Mujica, Andrés Maluenda y Rafael Vial; quienes fueron arrestados en 1857  y acusados de ser los incitadores contra el gobierno de Montt, el intendente de Atacama Juan Vicente Mira y la policía local, en donde tres de ellos fueron flagelados públicamente en Copiapó por un Verdugo y a otro envió a su hogar junto a un policía y este  con la orden del intendente  dio de palos por sobre los brazos de la esposa y de la hija que se interpusieron para salvar al esposo y al padre;  tomándolo preso junto a sus dos víctimas.

El intendente Juan Vicente Mira,  quien  desfachatadamente escribía en  el periódico “El Minero” sobre la vida privada de algunos ciudadanos y escritores locales, a los cuales acusaba como los responsables de estar en contra del gobierno como es el caso de unos oficiales del Batallón Cívico, en 1857. El intendente insistía en el “El Minero” en escribir de manera virulenta lo que generó duras contiendas con los ciudadanos escritores y editores del periódico “El Copiapino”  y el periódico “El Nortino” que el  24 de febrero de 1858, denunciaban las palabras del intendente al cual se le reprochaba su origen social, pero hoy del lado de los ricos, de conservadores y las infidelidades supuestas de su esposa; dos días después Juan Vicente Mira, hizo arrestar y azotar en la plaza de la ciudad nuevamente.

El gobierno de Montt   hizo cambios, ante la inminente revolución que se hacía voz en los habitantes, sus redactores y toda la población descontenta, e instruyó la destitución del intendente Juan Vicente Mira. Según los historiadores Joaquín Fernández Abaroa y Eduardo Peñailillo, comentan que esta destitución y contienda entre escritores y redactores de los periódicos e intendencia, es una antesala  de la Revolución Constituyente de 1859.

 

 

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