Un desconocido aspecto de la Revolución Constituyente es la influencia de los pensadores y artistas, quienes a través del periodismo y la poesía principalmente lograron catalizar los ideales que llevaron a un estallido social y político que derivó en el enfrentamiento de atacameños contra el gobierno centralista. Poetas y periodistas que han sido olvidados regresan en la pluma de Martín Rojas Chiya.
Por: Martín Rojas Chiya
Según el escritor Arturo Volantines en uno de sus artículos, nos comenta que fueron varios poetas los que se plegaron a la revolución; se dice que fue una revolución poética realizada y guiada por poetas. Entre los cuales se encontraban Pedro León Gallo quien escribió notables sonetos; Guillermo Matta quien era un poeta internacional; Valentín Magallanes y el poeta Ramón Escuti Orrego quien escribió versos a los Zuavos de Chañarcillo; pero el autor esencial de la revolución fue Ramón Arancibia, autor del himno revolucionario y marsellesco, denominado: «La Constituyente», que las tropas y el pueblo cantaban más allá de los años del siglo XIX.
Ramón Arancibia fue poeta desde siempre. Al llegar a Copiapó escribió versos a su amada, Estos versos ubican al poeta dentro del apogeo y madurez literaria chilena. En esa época se estaba desarrollando en Copiapó la primera Generación literaria del país; y, además, contaba con el primer crítico literario nacional: Rómulo Mandiola.
LA CONSTITUYENTE
Por Ramón Arancibia
Coro Música: Enrique Billet
Alcemos nuestras voces,
cantemos la esperanza,
luchando por la alianza
de patria y libertad.
Que el voto noble y santo
que pide Asamblea
Constituyente, sea
el canto popular.
Estrofas
La nación ¡oh chilenos! que un día
vencedora paseó su bandera;
la que libre y dichosa se viera
del progreso en la vía marchar:
Esa patria que un yugo extranjero
destruyó combatiendo incansable,
¡oh vergüenza! un mandón miserable
hoy la obliga de nuevo a luchar.
De los hombres que patria nos dieron
con su sangre, el ejemplo sigamos;
libertad y justicia heredamos,
nuestros hijos las tengan también;
reivindiquemos de patria los fueros,
que el poder vilipendia sañudo,
con la unión general ese rudo
despotismo sabremos vencer.
No con sangre de hermanos manchemos
nuestro suelo, mansión de los bravos;
no merecen los pobres esclavos
del gobierno, la guerra encender:
Que la unión, la justicia, el derecho,
con nosotros están en batalla,
y ellos nunca osarán esa valla
atacar en su triple poder.
Esa carta, mezquina y tirana,
vil resabio de una era sangrienta,
de que abusa el poder que sustenta,
que se llama la Constitución;
se reforme por hombres patriotas,
ilustrados, que el pueblo proclame;
los tesoros que allí se derrame
de justicia, libertad y unión.
Venga a bajo la hipócrita carta
que un solo hombre el poder ha confiado,
con sus leyes absurdas; que ha dado
los estados de sitios también.
que el poder se divida, y que libre
pueda el pueblo escoger sus Congresos,
sus cabildos, sus jueces y aun esos
mandatarios que hoy nombra sólo él.
Cese el pueblo de ser el juguete
de mandones sin ley; verdaderas,
las palabras (hoy vanas quimeras)
democracias y justicia serán.
Y volviendo a la patria sus fueros,
se alce Chile con noble entereza,
y sus hijos con fe, a su cabeza
un gobierno ilustrado tendrán.
También apareció entre los poetas un muchacho llamado, Pedro Díaz Gana quien nació en Valparaíso en 1830, pero se sintió copiapino por lo que advirtió durante sus 36 años de vida; y fue sin duda, el precursor de la poesía popular en Copiapó, según lo que plantea Pedro Pablo Figueroa. Díaz Gana era un hombre con grandes conocimientos literarios, arrojo como artista que entendía su entorno político y social lo que lo hacía enviar poemas y cartas llenas de lirismo a los intendentes de Atacama, denunciando los pesares de los trabajadores mineros y las acusaciones falsas hechas por tribunales y militares a los trabajadores que se manifestaban durante la mitad del siglo XIX, además poseía un gran talento.
Era un bohemio y aventurero, esto lo llevó, junto a su hermano José Díaz Gana, el descubridor del mineral de plata Caracoles, a explorar los vastos cerros nortinos. Gustaba de las fiestas, las grandes reuniones sociales y el contacto con los trabajadores, eso sí bastante silencioso y de voz baja.
En las Memorias de Sebastián Cangalla, pseudónimo de Pedro Díaz Gana, quien también firmaba como Pepe Chiflón, comenta asuntos personales como: “Porque nací con una timidez tal, y que hasta ahora conservo, que parece que me hubiera criado entre tazas de porcelana. Por esta razón todos me embromaban en la aldea, y vivía tan acoquinado que no tenía más amigo que uno de los perros de casa”
Pedro Díaz Gana, más conocido como Sebastián Cangalla o Pepe Chiflón, es sin duda el poeta distinto del siglo XIX, el más punzante y arrojado frente al abuso del gobierno y los patrones mineros. Se sentía pueblo y era parte el.
ROMANCE DE SEBASTIÁN CANGALLA A PEPE CHIFLÓN
Habrán podido olvidar
la burla y el menosprecio
que han hecho de nuestras leyes
para humillar a los pueblos?
No ves como se han valido
de los hombres más ineptos,
más bárbaros y arbitrarios
para bajar nuestros derechos?
De chiflón una mirada
por los diferentes puestos
que ocupan hoy esos hombres
que rodean al gobierno
y verás sólo miseria
y un triste envilecimiento
propio de esas almas bajas
de la moneda instrumentos
ya vez las contribuciones
las gabelas, los impuestos
las innumerables multas
que le quitan al obrero
Las trabas para la industria
y ese despotismo quiero
ejercer los despiadados
con los hombres indefensos
llaves la farsa risible
de que se vale el gobierno,
divisando insurrecciones
hasta en horribles incendios;
llamas con la Fuerza Armada
nos provoca en su despecho
para derramar sin duda
la sangre de los chilenos
y ver correr Los Arroyos
quien Loncomilla corrieron!
Ya ves cómo ha comenzado
a encarcelar en los pueblos
forjando revoluciones
que ni es la mente existieron!
Más que importa, es la agonía
en el postrimer esfuerzo
Qué hace el moribundo déspota
en su carcomido asiento.
De que se abre
al porvenir del chileno?
Pues bien, todas las provincias
que siente engañada fueron,
con mal metidas promesas
del más mentido gobierno,
cansadas ya del tirano
que las miro con desprecio,
hoy se ostentan poderosas
reclamando sus derechos.
La unión lleva por divisa,
luego la reforma es el objeto
o que el déspota obcecado
entregue la banda al pueblo juntos
LA CONDICIÓN DEL MINERO (AL SEÑOR INTENDENTE)
Por: Sebastián Cangalla
Señor: Sebastián Cangalla,
hijo de Chile y minero
de ejercicio y profesión,
con el debido respeto,
como más haya lugar
en justicia y en derecho,
y como representante
de todos mis compañeros,
a usía digo que
ha llegado a tal extremo
la injusta persecución
que se sigue a nuestro gremio,
con multiplicadas multas
y tanto encarcelamiento,
que nos vemos obligados
a protestar de concierto
contra tan bajas medidas,
indignas de un buen gobierno.
Ya no podemos, señor,
bajar ni un rato a este pueblo
a ver a nuestras familias
y a dejarles el sustento,
o a comprar lo que nos falta
en el mercado y comercio,
sin que nos tomen por vagos
o nos quiten cuatro pesos,
que ganamos con sudores
y fatigas en los cerros.
Esto es ponernos, señor,
en un completo destierro,
porque no tenemos fraques
para pasear por el pueblo;
y usía sabe muy bien,
como hombre de entendimiento,
que el hábito no hace al monje,
ni la manta hace al ratero.
Pero ya no falta más
que vuestros humildes siervos
nos den un día la albóndiga
que reparten a los perros.
¿Y esta es la igualdad, señor,
que decantan los chilenos?
¿Así se paga el trabajo?
¿Así se trata al obrero?
Y no es solo esto, señor;
pasemos por un momento
a hacer examen del trato
que se nos da allá en los cerros:
usía sabrá el registro
que introdujo un extranjero,
para infamia de los hombres
y en mengua de los chilenos,
no habiendo ley que autorice
tan bajo procedimiento;
pues da vergüenza decirlo
que en un país de progreso
se desnuden a los hombres
hasta verles el… empero,
si esto en Francia sucediera,
o en Inglaterra, por cierto
que arrastrara una cadena
el autor de tal proyecto.
Pero sucede aquí, en Chile,
en donde cualquier zopenco
dicta leyes a su antojo
sin que le pongan un freno.
De suerte, señor, que estamos,
como se dice, a dos fuegos:
en las minas nos infaman
y aquí nos sacan el cuero;
y de esto solo resulta
que no circula el dinero,
que el mercado se halla solo
y vende poco el comercio;
y en fin, que de tanta multa
no se sabe el paradero.
Por tanto: a usía suplico
que en vista de lo que he expuesto
se sirva mandar quitar
el registro a los mineros;
que paren algo las multas,
si no del todo; que el pueblo
lo cree un robo escandaloso,
y un miserable pretexto,
para poder sostener
el boletín del gobierno.
Dios guarde a usía mil años
y no se haga el zorro rengo…
También está, el gran líder de la revolución constituyente, Don Pedro León Gallo, quien escribía poemas, pero era mejor cuando detallaba pasajes de otros famosos como de Jotabeche o instalaba proclamas para las huestes revolucionarias de Atacama.
León Gallo, el 5 de enero de 1859, hizo levantar en armas al pueblo de Copiapó contra el gobierno centralista, solicitando vehementemente la creación de una asamblea constituyente. El movimiento social era compuesto por trabajadores mineros, campesinos locales, jóvenes copiapinos quienes con poca instrucción y armas, vencieron al ejército a cargo del táctico militar José Silva Chávez, el 14 de marzo de 1859, en la quebrada de Los
Loros cerca de la Serena donde a los días publicó una proclama que fue leída en todo el país causando el temor del gobierno quien envío cinco barcos y artillería a la zona; a los días pero fueron derrotados a causa de traidores y malas tácticas de combate el 29 de marzo en la batalla de Cerro Grande.
Gallo, derrotado en los campos de batalla, pero no en las ideas, tomó rumbo hasta Argentina para que el ejército no destruyera La Serena y menos su natal Copiapó en donde dejaría un episodio de violencia mayor y mortandad insospechada; allá repartió la pequeña fortuna que llevaba consigo entre sus soldados y desde Mendoza se fue a Buenos Aires, después a Estados Unidos y finalmente a Europa, donde recorrió los principales países. Regresó al país en 1863 y ese mismo año fundó la Asamblea Radical de Copiapó y, para propagar las ideas del partido, fundó el 5 de enero de 1864 el diario El Constituyente.
Una herida recibida en la batalla de Los Loros, produjo su muerte de manera lenta el 16 de diciembre de 1877, esto no negó la posibilidad de que durante años este hombre instalara ideas como las de Francisco Bilbao, las que hablaban de asuntos de integración americana, poder a las clases trabajadores de los países y el recelo a explotación extranjera a la que se había abierto Chile luego de la cuestionada Independencia y la constitución 1833 que apoyaba los inicios de este salvajismo económico que hoy nos reina.
PROCLAMA DE PEDRO LEÓN GALLO A LOS CONSTITUYENTES
Publicada en La Serena, previo al enfrentamiento de Cerro Grande
“Alerta, soldados de la República; Los defensores de la tiranía están a nuestra puerta, ya la hora de la prueba está cercana; no tenéis que temerles, pues son los mismos que ya ven se vencisteis en la memorable jornada del 14 de marzo; nada nos importa el número, que no se tus compras o sino con el corazón; y Dios, protector de la justicia que en arde el vuestro, enflaquece el de los enemigos.
Al emprender la campaña juraste ante el altar de la patria vencer o Morir; Espero que no daría lugar a que se os tachéis de perjuro y cobardes. Más vale estar combatiendo con gloria en defender de los santos derechos del pueblo, que conservar una vida manchada y esclava; vosotros de aceptaste y esa gloriosa misión, serenos y decididos habéis sufrido por ella toda clase de sacrificios, no la abandonaréis en el momento supremo en que la suerte de la patria está encomendada en vuestros Bríos y fortaleza.
Soldados de la libertad: la victoria es muestra. El sacrificio de nuestras vidas lo reclama la aventura de Chile, hoy esclavo del más cobarde de los déspotas, del déspota que saquea y asesina al pueblo; no lo economicéis en el combate… y el aplausos de los buenos os seguirán más allá de la muertes !Feliz quién muere por defender la felicidad de su suelo!
El genio del mal que manda desde La Moneda nos ha declarado la guerra de exterminio al pueblo chileno, enseñémosles con la moderación en el triunfo la distancia que existe entre El soldado del pueblo y un tirano y lo que hay entre el que muere gritando libertad y bendiciendo sus verdugos, del que muere rabioso y acosado por atroces remordimientos.
! Soltados: no hay más que elegir: o victoria o muerte!
P.L.G
Ente texto, esto no podemos olvidar a los escritores y editores de los periódicos El Copiapino y El Norte: Vicente Quesada, David Sanderson, José Nicolás Mujica, Andrés Maluenda y Rafael Vial; quienes fueron arrestados en 1857 y acusados de ser los incitadores contra el gobierno de Montt, el intendente de Atacama Juan Vicente Mira y la policía local, en donde tres de ellos fueron flagelados públicamente en Copiapó por un Verdugo y a otro envió a su hogar junto a un policía y este con la orden del intendente dio de palos por sobre los brazos de la esposa y de la hija que se interpusieron para salvar al esposo y al padre; tomándolo preso junto a sus dos víctimas.
El intendente Juan Vicente Mira, quien desfachatadamente escribía en el periódico “El Minero” sobre la vida privada de algunos ciudadanos y escritores locales, a los cuales acusaba como los responsables de estar en contra del gobierno como es el caso de unos oficiales del Batallón Cívico, en 1857. El intendente insistía en el “El Minero” en escribir de manera virulenta lo que generó duras contiendas con los ciudadanos escritores y editores del periódico “El Copiapino” y el periódico “El Nortino” que el 24 de febrero de 1858, denunciaban las palabras del intendente al cual se le reprochaba su origen social, pero hoy del lado de los ricos, de conservadores y las infidelidades supuestas de su esposa; dos días después Juan Vicente Mira, hizo arrestar y azotar en la plaza de la ciudad nuevamente.
El gobierno de Montt hizo cambios, ante la inminente revolución que se hacía voz en los habitantes, sus redactores y toda la población descontenta, e instruyó la destitución del intendente Juan Vicente Mira. Según los historiadores Joaquín Fernández Abaroa y Eduardo Peñailillo, comentan que esta destitución y contienda entre escritores y redactores de los periódicos e intendencia, es una antesala de la Revolución Constituyente de 1859.