En la siguiente crónica el periodista David Ortiz destaca la figura del ex profesor de la Universidad de Atacama Ricardo Leiva, quien falleció en junio de este año y que es recordado por su aporte al desarrollo de la astronomía en la Región de Atacama, donde deja un legado para las futuras generaciones.
Por David Ortiz Zepeda
Cuando comencé a trabajar a la Universidad de Atacama como periodista de proyecto Explora en el 2016, estaba en una oficina del área norte. Fue en ese entonces que descubrí la galaxia de la astronomía local.
En una tarde de invierno oscura y helada (como suelen ser muchas otras), terminando mi jornada, me disponía a salir a tomar locomoción para regresar al depa. Estaba guardando mis cosas cuando golpearon la puerta de mi oficina, apareció
un colega: Sergio Julio. Me dijo que tenía un invitado al que debía conocer, para hacerle una nota de algo muy loco y que lo siguiera. Nos fuimos a la sala de Reuniones y ahí me encontré con don Ricardo. Recuerdo que llevaba chaqueta azul. De edad avanzada y sin importarle el frío ni nada más, quería hablar de astronomía. ¡Y vaya con qué historia!
«Cuéntele don Ricardo. Lo que me dijo recién de los telescopios rusos», dijo mi colega. Fue suficiente para que me quedara atrapado dentro de la órbita de este señor, profesor de física jubilado de la Universidad de Atacama. Comenzó a contar que en los 80’s todos sabían que los militares habían escondido «algo» en las inmediaciones del laboratorio de física de la universidad. Claro, tiempos de la dictadura, con rectores que eran oficiales de rango que controlaban el conocimiento, las acciones de la gente y el pensamiento de estas instituciones. Hacer cualquier cosa que pareciera subversiva era peligroso. Sin embargo, consiguieron un permiso y descubrieron algo que nadie se esperaba, una caja de madera escrita en ruso por todos lados con las partes de dos телескоп, telescopios soviéticos. Dos de los protagonistas de ese momento eran don Ricardo Leiva y Mario Ibarra. a partir de ese suceso, se fueron enterando de que la URSS había tratado de instalar un observatorio científico-militar en el Cerro La Peineta de Copiapó. Consiguieron la autorización de armarlos, con todos los permisos y vistos buenos necesarios para no generar ruido con esas tecnologías soviéticas en plena guerra fría. Contó cómo los armaron, de todo lo que tuvieron que descifrar sin información técnica clara, con el desconocimiento sobre el lenguaje ruso, pero sobre todo (y sobraba bastante) muchísimo entusiasmo. De ahí en más, la historia de la astronomía local estuvo cruzada por la presencia de don Ricardo quién empezó a sumar elementos a un universo personal que contiene observatorios, gestiones, organizaciones, una comunidad de aficionados a la astronomía y todo tipo de elementos que giran en torno a hechos gravitantes que detonó.
Nos quedamos conversando con Ricardo, se sumaron más compañeros a oír sus historias. De ahí en más nos tocó compartir en numerosas ocasiones. Entrevistándolo en programas de televisión organizados para hablar de astronomía en Atacama.
Algunas anécdotas surgían. Cómo junto a otros profesores de la UDA, convencieron a los militares de crear el primer observatorio turístico de Chile: el Observatorio Los Cóndores. Historia que recupera el reportaje de la periodista Rossie Ibarra en el especial de astronomía de Revista Tierra Culta. Ahí con las mismas herramientas rusas, lograron hacer el despegue de una actividad que reunió a miles de copiapinas y copiapinos en la Quebrada Los Cóndores de noche. Un lugar que se llenó y que con ese pequeño permiso «de dejar juntarse en la noche a la gente» generó también inesperados caminos de reencuentro entre una sociedad que estaba disgregada.
También por trabajo, pero más que nada por gusto, me tocó varias veces trabajar con una organización comunitaria: la Sociedad Astronómica Orión. Conversando con sus integrantes, entre ellos Hugo Bolados, siempre la figura de don Ricardo estaba como originado de ese grupo. Su aportación fue el inicio de esta organización en una serie de actividades que se realizaban junto a jóvenes y profesores de la UDA.
De Orión podemos decir mucho, esa parte de la galaxia sigue activa y más que nunca, ya que avanza en la construcción de un observatorio comunitario para educar en astronomía. Un cerro que junto a su hijo visitaron y determinaron como un buen sitio para observar el cielo. El observatorio que se construye tuvo un trabajo gigante de su compañero de andanzas en el universo, Samuel Tapia Fajardo, quien hasta el último día antes de fallecer estuvo trabajando con la organización por la difusión y educación en astronomía.
Recuerdo que cuando Samuel se fue de este mundo, me contaban que poco tiempo antes de fallecer estaban Ricardo y él observando el cosmos en Venado Norte. Siempre se me quedó la imagen de estos dos viejitos tan apasionados por la astronomía que conversando y conversando se les pasaba la noche hasta las 5:00 am, y ellos como si nada, en invierno y con sus telescopios estaban felices.
Una de las últimas veces que me tocó compartir con Ricardo fue en el rodaje del documental Arriba en las Estrellas, con el documental de astroturismo que se desprende de la serie del mismo nombre y que lidera Omar Barril. Fuimos a Inca de Oro, a subir otro cerro. Arriba, con el paisaje de los Llanos de Varas, don Ricardo miraba las instalaciones del observatorio que depende de la Municipalidad De Diego de Almagro. Siempre brotaban imágenes extrañas de sus historias. Me contó de una astronauta norteamericana que estuvo de visita por Atacama y cómo era de esperar le contactó. La llevó hasta Inca de Oro para mostrarle el paisaje y el observatorio. Allí mismo, la astronauta dijo: esta foto no me la puedo perder. Entró al auto y sacó de su maleta el característico traje celeste de la NASA y se puso a posar «en marte». A ese mismo sitio llevó a un ingeniero cosmonáutico ruso. Un señor muy serio y formal, que apenas habló en el viaje desde Copiapó donde había tenido que pasar por motivos de trabajo. Cuando subieron, el ruso enloqueció. Se sacó la corbata dejó de lado el vestón y se arremangó la camisa para salir corriendo y gritar que había llegado a Marte. Este planeta de la galaxia de Ricardo es importante, porque precisamente aquí el entonces profesores de Física de la UDA, realizó cálculos y observaciones que le presentó al alcalde De Diego de Almagro y a las autoridades regionales a fin de construir el Observatorio educativo y turístico que está hoy. Allí terminó también el telescopio soviético que había estado en Los Cóndores años atrás. Historias tras las cámaras que se me quedaron grabadas.
Ricardo realizó publicaciones de investigación histórica. Un grupo de gringos realizando investigaciones por el desierto para ver si instalar sus observatorios en Atacama, científicos de California cruzando el sol sudamericano a caballo, para conectarse con los astros. Sus aportaciones en este ámbito fueron importantes, porque permitieron reconstruir pasajes desconocidos de la ciencia en Atacama. Un verdadero laboratorio natural.
En sus últimos días escribió un libro y fue destacado por la Corporación Más Ciencia Más Sueños, que lo incorporó a su equipo como asesor. Sus restos descansan en Copiapó, donde fue enterrado el domingo pasado. Todos los elementos, momentos y energía de la Galaxia de don Ricardo siguen brillando, moviéndose y podemos observarlos en Atacama.
Don Ricardo fue un excelente profesor. Lo conocí en una charla que me dio a mis estudiantes de la academia de astronomía en el colegio San Lorenzo en Copiapó el año pasado. Nos dio una clase fantástica que terminó con la observación planetaria.
Gracias profesor!!!! Lo tendremos en nuestra memoria y gracias por mostrarnos los cielos de Atacama!!!