Salimos a buscar al ave Geosita Marítima, más conocido como «El Minero Chico», una especie de ave del grupo de los pájaros cantores que no tiene registros ni de su forma de anidar, ni su alimentación, ni forma de cortejo. Un ave misteriosa que rodea las quebradas de la ciudad de Copiapó y que nos llevó a sumergirnos al desierto para divisarlo junto en una excursión organizada por la ROC junto a Emplumados y Tierra Culta.
Por David Ortiz Zepeda «Verán un revoloteo, y luego un movimiento de desplazamiento por la arena». Esta indicación no nos decía mucho, pero era la clave al intentar divisar al esquivo «Minero Chico» y nos sumergía en la exploración ya mucho antes de la salida junto a César Piñones, integrante de la ROC quien fue uno de los guías de la expedición.
En la web E-bird.org, no hay información muy específica: «Prefiere laderas y valles desolados rocosos en las estribaciones del desierto, a veces en áreas que parecen carecer de otras vidas. En pares o pequeños grupos que se distribuyen ampliamente sobre las pendientes. Camina con un andar errante y mueve su cola hacia arriba y hacia abajo como la mayoría de los mineros. Bastante opaco y sencillo pero no realmente grisáceo. Carece de características llamativas ya sea perchado o en vuelo (las alas son mayormente uniformes), lo que en sí mismo es una buena marca de campo, pero nota los flancos color melocotón y la cola negruzca», nos dice la web.
Al ir al encuentro, pienso «¿Y cuál es el color melocotón?»…
Es sábado, el sol de primavera quema. En un grupo de quince personas se reúnen exploradores y exploradoras al final de la Avenida Cancha Rayada. Gorros, cámaras de grandes lentes, bloqueador solar y sobre todo ganas de entrar en conexión con la naturaleza agudizando los sentidos era la preparativa para la expedición. Una pequeña ladera de dunas, junto a la quebrada que colinda con el cerro Lautaro, nos recuerda: «vivimos en el desierto».
Hay varias clases de aves del género «Minero», en Atacama se encuentra el Minero Común, el Minero Grande, el Minero Cordillerano y el Minero Chico. Un ave que se puede llegar a confundir con una diuca, lo cual complejiza aún más su estudio e identificación.
En una publicación llamada «Aves del Mundo», se indica solamente el nombre de la especie, distribución identificada hasta el momento, una foto y entre las amenazas para su existencia, sólo se considera a la minería. Pero pueden haber más amenazas, las que desconocemos por completo.
Si bien a los pocos metros hay casas, la verdad es que la primera impresión del terreno que rodea al Cerro Lautaro, en la parte oeste de Copiapó es más bien la de un lugar yermo y sin vida.
Pero no es así. Hay vida, y mucha.
Al fijar la vista en las arenas calientes ves pequeños puntos moverse a gran velocidad. Hormigas rojas andan por ahí. Se cree que este podría ser uno de los alimentos del esquivo pájaro que además, tiene un camuflaje perfecto con el entorno, lo cual le hace más difícil de identificar.
Para muchos la observación de avifauna es una verdadera meditación que te lleva a sumergirte totalmente en el entorno. Agudizar todos los sentidos y relacionar todo lo que ocurre en la naturaleza alrededor, requiere de tu voluntad y te hace conectar. Cambios en el viento, vegetación, formas geológicas, luz solar, ver toda la fauna… todo eventualmente nos puede indicar algo.
Por cierto, se necesitan algunos elementos como ropa adecuada para estar al aire libre, protegiéndose del sol con sombrero y bloqueador solar. Recuerda llevar binoculares o un monocular, tener acceso a alguna guía de avistamiento de aves, entre ellas puedes descargar algunas en tu celular, o las que te recomienda la ROC.
Todos parados bajo el sol, nuestro grupo está expectante. Si bien no ha iniciado el viaje, el recorrido que nos espera nos llevará por esas quebradas que esconden la naturaleza de un lugar aparentemente agreste y que está a solo metros. Alguien pregunta: «¿Están atentos?» Cuando son casi las las 16:00 horas se oye un grito. «¡Ahí va! Todos miran y ven aparecer de pronto al Minero Chico. El ave, anda ahí saltando de un lado para otro. Si bien pensábamos que la aparición iba a ser algo repentino, no nos esperábamos que fuera tan a prisa. Todos se ponen felices. Justamente un dato que no se conocía es si las arenas les eran esquivas a esas horas. Pese al calor sofocante a ras de piso, el Minero Chico deja sus huellitas de ave corredora.
Salen las cámaras y el Minero Chico posa para las fotos. No sabemos si es un macho o una hembra. Por ahí se ve el revoloteo de las alas de otro ejemplar. Los Minero Chico andan en pareja. ¿Andan cazando? ¿Andan en otra cosa? No lo sabemos.
Los guías recolectan datos, mientras los demás, vemos cómo el ave se desplaza por las arenas. Está ahí, lla guía Carolina Chacón quien destaca el pecho del ejemplar, de un color blanquecino, indiscutiblemente del Minero Chico. Inesperadamente aparecieron dos más, incluso antes de completar las instrucciones.
Así como llegaron, se fueron.
Nos proponemos poner atención a los nidos de Minero Chico. En la web de la ROC el Minero Chico es destacado por el desconocimiento de su forma de reproducción. Apenas existe un registro de un nido con tres huevitos datado en la comuna de Huasco.
Seguimos nuestra ruta y recibimos más indicaciones. Piñones nos da las siguientes instrucciones, las de pisar con cuidado. Los brotes verdes del Desierto Florido se van haciendo presentes. «Debemos separarnos para distribuir y disminuir el impacto. Si todos pisamos en el mismo lugar crearemos un sendero. Si yo piso casualmente una planta, esta puede recuperarse y levantarse. Pero si dos lo hacemos, esta planta probablemente no pueda recuperarse», nos dice el guía y comenzamos a mirar con mucha atención el suelo.
Nos distribuimos, vamos avanzando y aparece otro vecino del sector. Este no tiene alas, está tomando sol en una roca. Un Liolaemus platei que todavía está en discusión cómo identificar a estos ejemplares, si hay una subvariedad en la zona o es parte de una especie uniforme que existe en Chile. Otro misterioso, no alado.
Otro vecino que pasa a saludar, un Jote de Cabeza Colorada. Viene desde el lado este de la sierra, en un planeo irregular que aparenta no tener lógica. Bianca Guggiana, integrante de Emplumados Chile nos explica que los «errores de vuelo» de esta ave, no son tales, sino que va aprovechando de planear con los cambios en los ciclones de aire que se producen por los cambios de temperatura. Muchas veces avanzan en círculos y nosotros pensamos que es porque hay comida para ellos, un cadáver de algún animal. Pero no es así, lo que pasa es que al ser escasas sus fuentes de alimentación, ahorran energía aprovechando estas corrientes de aire. Vemos al jote bordear el cerro hasta desaparecer fuera de nuestra vista.
El jardín del Minero Chico
Apenas al avanzar los primeros doscientos metros sorprende la variedad de vegetación que existe. Entre la arena, hay rocas sueltas, las cuales probablemente se han arrastrado por movimientos de agua en la quebrada. Estas rocas están rodeadas de cactus y matorrales, además ven aparecer los brotes de más plantas del Desierto Florido.
Coronas de Fraile y Nolanas van portando.
Existen en el sector insectos, reptiles, otras aves como la Dormilona Chica, cactus y más y más hormigas rojas que andan por ahí. La primera impresión de que era un «peladero» queda totalmente desechada. Hay mucha vida, para el que está dispuesto a observar.
Paso a paso, el sol te va deshidratando. Voy tomando sorbos breves, el resto de la expedición se turna en hacer fotos, beber agua y lanzar sus preguntas. ¿Dónde podemos informar los avistamientos y las características de los ejemplares del Minero Chico?, también en ebird. Una cuenta y el reporte contribuirá a la comunidad científica y a la conservación de la especie.
Está también la experiencia iNaturalis donde se recogen datos de la biodiversidad de todo el mundo y que se constituye como una experiencia de ciencia ciudadana donde cualquier persona puede contribuir al estudio y conservación de las especies del planeta.
La arena empieza a hacer de las suyas en mi zapatilla de treking, y como olvidé volver a echarme bloqueador solar, los rayos empiezan a dejar sus quemazones. Caramba, todo es extremo en estos terrenos, incluso las flores. Avanzamos cruzando otra duna, al girar, aislados del ruido de la ciudad, llegamos a una estrecha quebrada donde divisamos agujeros entre las rocas. En ese lugar se sospecha que las parejas de Minero Chico dejan sus huevitos, nos quedamos sentados recuperándonos de todo lo que hemos caminado a todo so con los sentidos bien atentos al entorno. Vemos pasar insectos, soplar el viento, levantarse arena, cambiar la luz y sobre todo asombrarnos de la cantidad de cactus que están en la ladera y que dotan de vegetación al inhóspito sector.
Y es que además de las Copiapoas, cactus redondos tan característicos de Atacama, podemos encontrar todo un jardín natural. Desde la piscina de contención aluviones, avanzamos por una quebrada donde hayamos distintos ejemplares de las plantas del Desierto Florido.
Todavía no está toda la variedad. Muchas de las especies son fácilmente reconocibles, otras pasan desapercibidas. Hay que estar muy atento a no pisar ninguna de las plantas pequeñas, todas vitales para el funcionamiento del ecosistema.
Encontramos una flor muy bella que está entre una planta… parecía brotar desde la tierra, pero no. Estaba suelta y al parecer alguien la sacó de raíz. Nuestro guía nos pregunta si podríamos darle una segunda oportunidad. Le entrega la planta a la más pequeñita de nuestro grupo. Las planta aún intacta, aunque sacada de raíz por quién sabe quién es recibida por las manitos de la niña de cuatro años que la instala en un agujero que hicieron en la tierra los demás. La cubre con tierrita y recibe una botella de agua para regar su base. ¿Podría sobrevivir la planta? No lo sabemos. Pero con personas que cambien su mente al cuidado, como la de la compañera más joven del grupo, seguro podrá sobrevivir el Desierto Florido.
Caminar, compartir
En esa misma línea trabajan también los integrantes de la ROC presentes, a quienes suman una parte del equipo Vuélvete Desierto y Emplumados Chile. Esta última iniciativa funciona desde el 2020 y está compuesta por Eduardo Opazo y Bianca Guggiana. Ellos comparten en la cuenta de Instagram registros de avifauna de todo el país.
Escuchamos el cantar de un ave. Todos se detienen, miramos en dirección al sonido, pero vemos que está uno de nuestros guías con el celular reproduciendo el cantar de la Dormilona Chica. Nos explica que se trata de la técnica del playback la cual consiste en usar de manera ética y responsable el sonido de las aves para atraerlas. Esta técnica se usa muy poco durante una excursión, ya que puede interferir en las aves del lugar. Sentirse amenazadas por otros miembros de la especie o bien confundirse en su normal comunicación, es algo que puede conllevar el mal uso de este instrumento.
Regresamos con muchas postales del jardín del Minero Chico. Flores, cactus y arbustos se roban la presencia en las cámaras.
Te compartimos la descripción que nos da la ROC sobre esta especie, y que te ayudará a identificarla si la capturas en una fotografía. «Garganta blanca. Partes superiores gris pardusco pálido. Partes inferiores blancas, flancos color rosado suave. Remiges pardo oscuro; cobertoras alares pardo grisáceo, ampliamente bordeado de tono arena. Cola con rectrices centrales pardo grisáceo; resto de cola negra y borde externo de las rectrices externas blanco. Pico negro con base de la mandíbula inferior amarillenta. Patas negras. Ojos café».
Y si bien este relato está centrado en un sector de Copiapó, puedes poner atención en todo Atacama a esta ave, ya que se encuentra en las tres provincias.
Un comentario