El misterioso legado ritual de los incas en Atacama

En el mundo del turismo y la prensa se conoce a las cumbres más altas de Atacama como la Ruta de los Seismiles, 15 cumbres cuyas cimas sobrepasan los seismil metros de altura sobre el nivel del mar, pero un aspecto poco conocido es el carácter ancestral de este sector. Múltiples hallazgos confirman la presencia de adoratorios de altura incaicos, pero ¿qué secretos guardan estos rincones alejados y extremos de Atacama?  

Por David Ortiz Zepeda / En la foto se aprecia de fondo el Volcán Copiapó. 

Las culturas andinas rendían culto al paisaje. Las deidades, que se manifestaban a partir de los fenómenos de la naturaleza, eran vitales para la cosmovisión andina. De ahí que las cumbres más altas se convirtieran en lugares sagrados donde sacerdotes del incanato peregrinaron para construir adoratorios de altura. Los incas dejaron vestigios en toda la cordillera que formó parte de los dominios anexados al Tawantinsuyu. Las huacas (sitios sagrados) estaban asociados a la altura, y en ese sentido Atacama cobijó muchos lugares sacros, ya que concentra una gran cantidad de montañas altas, coronadas por el Volcán Ojos del Salado y el Nevado Tres Cruces en el actual territorio de la Puna de Atacama. En estos sectores se han encontrado diversos vestigios de presencia inca.

Miniatura de manta «Unku», elemento sagrado de los incas que se encontró en una miniatura del adoratorio de altura del Volcán Copiapó. Fuente: Museo Precolombino. https://bit.ly/3tgyDVA

La anexión de los territorios del incanato, también involucraban una ampliación de la religiosidad. Restos que también se han encontrado en el Volcán Copiapó y el Jotabeche están dentro de las cumbres que han sido investigadas, así también El Potro en Tierra Amarilla y Doña Inés (este último en Diego de Almagro). Sus revelaciones dan cuenta de un lugar sagrado, pero son solo cuatro puntos. En total son 10 adoratorios de altura que existen en las cumbres atacameñas, están sin investigar como corresponde. Jotabeche, Doña Inés, Jotabeche y El Potro son de los pocos caracterizados por expertos.

El investigador Carlos González es arqueólogo, está radicado en El Salvador y realiza sus investigaciones en la zona. Él nos explica qué criterios tenían los incas para elegir sus lugares ceremoniales «Yo creo que era principalmente por la visibilidad, la relación con el sol, unos aspectos astronómicos y la visibilidad desde la altura. De ahí venía la elección de ese cerro. Esta tradición es preinca. Lo que hemos encontrado hasta ahora, que son 11 cumbres con presencia de adoratorios de altura sólo en la región de Atacama».

Capacocha, el ritual sagrado 

Entre los puntos más conocidos están el Volcán Copiapó y el Volcán Jotabeche, ambos visibles desde el Salar de Maricunga. Según destaca el investigador Ricardo Moyano, allí se excavaron dos plataformas descritas en 1930 por una expedición polaca que llegó a la zona ese año. En el lugar en una expedición más contemporánea por parte del experto Reinhard, se constataron elementos sagrados como estatuillas y ofrendas. Según Reinhard, esto podría ser indicio de una capacocha, el ritual más importante de la cultura inca.

Por ahora los registros de Capacochas están en lo que era el Kollasuyu y el Cuntisuyu, al sur y al oeste de Cuzco.

¿Por qué elegían algunas montañas? «Seguramente elegían los cerros por ver algún solsticio, algún equinoccio y múltiples factores como vínculos con el camino del inca, alguna población cercana o la forma misma de la montaña», nos dice Carlos González.

Las cumbres de Atacama superan los 6000 metros de altura en muchos casos.

Según rescata en una publicación, el investigador Ricardo Moyano nos cuenta de la investigación de Reinhart. Nos dice: «La arquitectura ceremonial segregada ubicada en una de las precumbres a 5530 m.snm, indica que este lugar podría haber sido un centro de peregrinaje menor, de acuerdo a la clasificación de Ceruti (1999). Estas ascensiones tendrían que haber sido realizadas en los meses de verano cuando la alta cordillera presenta menos nieve y temperaturas más benignas, cercanas a la fecha del solsticio de diciembre, como sugiere Reinhard para las huacas del volcán Copiapó y nevado Jotabeche (1991), donde existen vestigios de una capacocha».

Sin embargo, el arqueólogo Carlos González nos dice «No me atreverìa a decir que es una capacocha. Pueden ser vestigios, o indicios de una capacocha, debería ser que hubieran restos humanos, restos de textiles, pero ahí sólo están los restos de estatuillas. Lo seguro es que es un adoratorio, pero no está la evidencia de una Capacocha, con una persona».

«La Capacocha viene del puquino, es posiblemente un término quechua donde Qapac significa real, principal o importante, y qucha como deuda o pecado, es como una ceremonia de ofrenda que tiene que hacerse para restablecer el orden cósmico y social cuando habían hambrunas, pestes, conflictos, con la enfermedad del inca o cuando había sequía. Y por eso se hacía la ceremonia principalmente a Inti».

La Capacocha se hacía sacrificando niños o adolescentes «puros» sin defectos físicos, enfermedades o

Niño del Cerro El Plomo. Museo Nacional de Historia Natural.

condiciones que fueran consideradas imperfectas por los quechua. Estas personas jóvenes del imperio Inca se llevaban al Cuzco, donde eran tratados como verdaderas personalidades sagradas. Se les preparaba en términos rituales y luego se iban en peregrinación hacia huacas en distintos puntos del Tawantinsuyo. En  el camino eran recibidos con ofrendas por los pobladores de los distintos territorios.

Generalmente se hacía en grandes cumbres, pero esto no era siempre así. «Por ejemplo en Iquique se encontró una Capacocha en el Cerro Esmeralda. Estaban dinamitando y de repente aparecieron unos cuerpos, en un lugar que solo tiene 900 metros de altura».

Desde el extremo norte de Chile se ubican los adoratorios de altura, hasta el Cerro El Plomo de la Región Metropolitana, que es donde se encuentra la primera Capacocha en 1954. Desde ese entonces se han encontrado en las precumbres de las montañas más altas adoratorios de altura  de forma principalmente rectangular donde se hacían distintas ofrendas, encontrándose estatuas zoomorfas de camélidos. También se han encontrado estatuillas de personas (masculinas y femeninas) de oro, plata y de la concha de un molusco.

«¿Cuál es la relación importante para los incas de la concha de los moluscos?, que para los incas y para todo el mundo andino representan el agua, son testimonio de fertilidad y para ellos son testimonio de fertilidad. Ellos consideraban que los cerros, las montañas era donde nacían las aguas. Entonces por eso eran importantes para los incas, se han encontrado estos adoratorios de altura pero no todos tienen capacochas, a veces tienen restos de vasija, estatuillas, restos de elementos sagrados. Quizás tienen, pero sólo se han encontrado, por ahora,  en dos cerros El Plomo y Esmeralda».

Guacolda ¿lugar sagrado? 

Al llegar al Huasco por la costa uno se encuentra un humedal hermoso que destaca por su verdor y la gran cantidad de especies de aves que sobrevuelan la desembocadura del Río del mismo nombre. Al llegar al puerto ya divisamos tras la ciudad las fumarolas de la Termoeléctrica Guacolda y el puerto de la CAP, que exporta hierro y que mantiene la práctica de arrojar restos mineros al agua. Este sitio, visible perfectamente desde el parque «Trivilandia», emerge de la costa en una península.

Ahora es una península, pero antes fue una isla y era sagrada. La Isla Guacolda durante la construcción de la termoeléctrica fue testigo del hallazgo de un cuerpo humano rodeado de estatuas de oro y ofrendas destinadas a la Mamacocha en 1994. La entidad sagrada de las aguas. Son indicios, pero falta aún para comprobar. «En su momento pensaron que era un cementerio, pero lo más probable es que haya sido una Capacocha. Yo me atrevería a asegurar que era un adoratorio», nos explica González.

Lo que se comenta en Huasco y que consta en una publicación realizada también por Jorge Zambra, es que en medio de la construcción el saqueo fue total y hubo más de un cuerpo enterrado en la que era hasta ese entonces una isla.

Uno de los obreros de la faena hizo entrega de dos piezas rituales a Jorge, las cuales siguen resguardadas en el Museo Provincial del Huasco y a las que tuvimos acceso. Estas dos piezas, son las únicas que siguen siendo del patrimonio común de la región. El resto fue saqueada.

En la actualidad se desarrolla una investigación para caracterizar el adoratorio incaico de Guacolda. De este proceso participan la bioarqueologa Marcela Urizar, la conservadora Carmen Castells y también el arqueólogo Carlos González.  El trabajo que se desarrolla está en una etapa preliminar con Instituto de Investigación en Ciencia Sociales y Educación de la UDA

También en el Cerro el Toro, al interior del Huasco, en la cordillera de Alto del Carmen se encontró un cuerpo y una adoratorio de altura. Es probable que se haya tratado de un chasqui, el cual fue hallado por un grupo de montañistas el año 1964. En este lugar también existe un adoratorio de altura.

Exploradores de las montañas y el tiempo

«Yo destacaría el trabajo de Cristian Peña, quien ha desarrollado un trabajo sistemático de investigación en los cerros sagrados de la zona, así como el de los hermanos Rojas de Diego de Almagro», nos dice Carlos González destacando a estos montañistas modernos que han contribuido al registro y exploración de las cumbres sagradas de los incas en Atacama.

Hoy subir la montaña es dificultuoso, a pesar de la tecnología disponible. Pero pensar en personas que con tecnologías rudimentarias, basándose sólo en el conocimiento compartido y sus creencias, es alucinante de imaginar. Álvaro Rojas, de Turismo Atacamensis y coautor, junto a su hermano Gabriel de libro Chasqui que retrata los adoratorios de altura de la zona, nos dice «Algo que mueve a muchas personas en este tiempo, pasa porque 500 años después de que esas montañas fueron ascendidas sigue siendo compleja escalarlas».

Pese a los resguardos y planificación, estar en un lugar tan extremo conduce por caminos cósmicos. «El camino es la meta y lo más interesante en subir un adoratorio de altura no está en la cumbre necesariamente, que ya es majestuoso, sino el llegar y encontrar una construcción. Uno va conversando con el cerro, pidiendo permiso, agradeciendo el poder estar recorriendo esos caminos y estando con otra mente, las cosas han cambiado muchísimo desde entonces», nos cuenta Rojas.

Construcción incaica registrada por los hermanos Rojas. Chasqui.

«No solo en las cumbres está lo más importante, sino también abajo donde podemos imaginarnos el inicio del ascenso, lo ceremonia que tiene que haber sido ese momento. Donde estaban el responsable de la ceremonia, o en el caso de las capacocha, los niños a sacrificar», nos dice Rojas.

Además, el montañista nos cuenta que tuvo la oportunidad de conversar con el expedicionario Reinhart, y éste le comentó que nunca se ha encontrado el tambo que se debió utilizar como refugio para los ascensos.

«Las montañas no las empiezas a subir de una. Siempre necesitas un campamento base, en este caso un campamento base que sirva para guarecer a quienes van a ascender. Ese tambo en la zona del Jotabeche y el Copiapó, siguen perdidos. En el Volcán Licancabur, en San Pedro de Atacama, existe un tambo se encontró y es súper conocido, pero en el Copiapó no se conoce», nos explica el guía de turismo dieguino.

Durante el trabajo de registro para el libro, los hermanos rojas recorrieron distintos puntos de la Puna de Atacama, entre ellos un pequeño cerro, «hay un cerro que se lama tronquitos que no es tan alto como el Copiapó, pero en esa cumbre encontramos vestigios que son comunes en los adoratorios como son leñas y pircas. Para nosotros eso fue lo más importante, además del registro en sí».

Para Rojas además, existen vestigios que se perdieron para siempre: «Puede que haya habido una capacocha, pero lo normal es que hayan sido saqueadas. Porque aunque uno piense que las montañas no va mucha gente, desde tiempos antiguos han sido visitadas por mineros, arrieros o buscadores de tesoros, que probablemente hayan huaqueado muchos sitios. En el Volcán Doña Inés por ejemplo, puede que haya habido algo y que nunca lo sepamos. Entonces, tampoco uno podría negarse a pensarlo, pero solo pueden ser indicios para entender si un cerro era importante. Hay rumores, de que podría haber algo».

Por ahora sólo nos queda imaginar cuántos misterios arqueológicos se encuentran repartidos por la región, en este caso hablamos de los incas, pero son múltiples culturas las que han habitado el territorio con sus distintas cosmovisiones de lo sagrado.

Por ahora te invitamos a reflexionar sobre esos lugar considerados sagrados por otras culturas y que ahora pueden estar esperando transformarse en otra cosa. Como sucedió con la Isla Guacolda.

Parte del volcán Siete Hermanas visto desde el Salar de Maricunga.

 

2 comentarios

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *