Juan Rojas Muñoz: profesor, artista visual, artesano, escritor e investigador de Diego de Almagro

Don Juan Guillermo Rojas Muñoz me recibe en su hogar a la hora de almuerzo. Afuera unas frondosas bugambilias son la señal de que estoy en la casa correcta, un poco aturdido por el calor y escaso viento de la comuna de Diego de Almagro. Apenas entramos, don Juan me muestra el Dossier en el que está trabajando, en el living, rodeado de algunos de sus óleos, cacharros y artesanías que cuelgan en las paredes. Profesor, Artista visual, Artesano, Escritor e «investigador con minúscula», como se autodenomina en broma, es parte de la carrera de quien ha autoeditado varias de sus producciones en base a una orgánica relación entre su aprendizaje de encuadernación y el programa de computador Paint. Atacameños, Diaguitas y la cultura de San Pedro de Atacama conviven en sus textos, confeccionados íntegramente en  Pueblo Hundido, actual Diego de Almagro y del que tomó conocimiento gracias a una salida a buscar puntas de flecha con el escritor Alejandro Aracena Siares en los años ’60.

Por Daniel Campos Rodríguez

¿Cómo se inició en el trabajo artesanal de recuperación del arte de los indígenas de Atacama?

Yo soy profesor normalista, estudié en la Escuela Normal de Copiapó y tuve un compañero que es bastante conocido, Alejandro Aracena Siares. Yo me vine a trabajar a Pueblo Hundido, actual Diego de Almagro, el año 1964 y él, como el año 1965 o 1966, lo encontré y me invitó a buscar puntas de flechas en el sector de Carrera Pinto. Yo en realidad no sabía mucho de lo que me estaba hablando, pero fuimos. Y ahí tuve mi primer contacto con material real de los indígenas de Atacama. Y al ver la belleza, la prolijidad del trabajo que hacían los indígenas, me empecé a interesar en ellos. Cosa que antes no tenía, porque los chilenos en general y nosotros también, en la Escuela Normal, éramos educados como europeos, en el sentido de que se enseña mucho de la historia antigua de Europa, desde la prehistoria, del bronce, del cobre, paleolítico, neolítico, etc. Y de América nos enseñaron muy poco, entonces cuando me di cuenta que tenía ese gran vacío en mis conocimientos acerca de las culturas indígenas del patrimonio, empecé a comprar libros. Y recuerdo que el primer libro que me conseguí fue «Las actas del quinto Congreso de Arqueología» realizado en La Serena en 1960. Es un libro muy gordo, muy contundente, pero ahí ya enganché definitivamente en mi interés por las culturas precolombinas. Esos son mis comienzos, pero el que me inició en el contacto con el mundo aborigen fue Alejandro Aracena.

¿Nos podría comentar un poco acerca de su libro de 1992 «La finca de Chañaral. Un lugar para conocer y admirar»?

Antes de 1992, yo creo que en 1989 o 1990, un amigo de aquí de Diego de Almagro, me invitó a la Finca y yo ni siquiera sabía que la Finca existía. Entonces fuimos y ahí quedé literalmente con la boca abierta, porque a uno se le cae la mandíbula al ver el inmenso legado artístico-histórico de nuestros aborígenes. En esa época yo era corresponsal de El Mercurio aquí en Diego de Almagro, así que empecé a escribir pequeñas notas. De repente la Municipalidad me pidió que escribiera algo y yo empecé a ir. Tenía un Peugeot 404 que se le hacía tira el tubo de escape, el silenciador, hasta los frenos rompí una vez con las piedras que saltaban, porque el camino era muy malo. Pero igual iba. De esa forma fui yo conociendo más en profundidad la Finca, busqué toda la información que encontré en libros acerca de ese lugar, lo que ya estaba escrito y me di cuenta que yo estaba obteniendo nuevas informaciones, diferentes a lo que ya se conocía digamos, en el mundo intelectual, en el mundo de los libros. Entonces me percaté que ya tenía suficiente material como para reunirlo en un solo libro.

Usted se refiere a Ancestros Americanos, ¿cuáles son y dónde residían?

Cuando uno habla de «ancestros» está hablando del punto de vista nuestro. Todas las personas tenemos ancestros y estos ancestros pueden tener diversos orígenes. Si uno tuviera un apellido inglés, entonces nuestros o el ancestro de esa persona estaría en Inglaterra, por un lado y bueno el otro apellido, el materno, puede tener otro origen, digamos que sea chino, entonces los ancestros de esas personas serían de dos continentes diferentes. Pero en América, específicamente en Chile, ya se sabe que los españoles, cuando vinieron a conquistar el país, a colonizarlo, casi no traían mujeres, entonces se mezclaron con las mujeres aborígenes. Por lo tanto los ancestros nuestros, mayoritariamente, a no ser que hayan llegado hace poco tiempo de otro continente, son mezcla de español básicamente, con aborígenes femeninas de América, de Chile, de todo el continente. Por eso hablo yo de «ancestros en América».

 

Usted a sido galardonado como «Ciudadano distinguido de Diego de Almagro» el año 1991. En el 2003 recibió el premio al Patrimonio Cultural de Atacama: Rescate, difusión y valoración del Patrimonio Cultural de la Provincia de Chañaral. ¿Qué significan estos reconocimientos para usted?

A veces los reconocimientos a uno le resultan inesperados, porque uno está trabajando, haciendo cosas que le gustan. Nadie me pagaba por ir a la Finca, al revés (risas), gastaba mi dinero en movilización, en estadía, en reparaciones al vehículo que se rompía. Pero uno lo hace porque le gusta, porque le fascina y por eso que el subtítulo de mi libro es «Un lugar para admirar», rescatar algo que uno admira. Entonces los reconocimientos a veces son inesperados porque uno está haciendo cosas que uno cree naturales, que le nacen, entonces uno se pregunta ¿por qué me van distinguir por hacer algo que es natural? Cualquier otra persona en mi lugar haría lo mismo, piensa uno. Entonces de repente uno se sorprende, «uh, me están distinguiendo por algo». Pero bienvenido sea porque le da un abrazo al ego de cada persona, así que es interesante y bueno. Y uno empieza a darse cuenta de lo que ha estado haciendo

En estos momentos yo estoy haciendo un Dossier con mis trabajos y me sorprendo de tantas cosas que he hecho. Y estaba recién mirando una lista de unos óleos que presté para una exposición que se hizo en Copiapó y que me los pidió la Seremía de Educación, y resulta que hay algunos óleos que tengo el puro título, no me acuerdo de ellos. Por ejemplo hay uno que dice «Vista de El Salvador» y otro que dice «Retamos en El Salvador». No me acuerdo de ellos. Hartos más, como diez más, sí, me acuerdo perfectamente. Pero de esos otros no sé. Me dijeron hace un boceto de qué se trataba, ¡no tengo idea! Se me pasó no más, lo hice en su momento y ahora no me acuerdo de ellos. Sería interesante verlos.

¿Usted tiene una cuenta aproximada de los trabajos que ha hecho, ya sean óleos, gredas, artesanías o libros?

Debo haber hecho unos (duda) cincuenta óleos y en mi poder quedan unos seis o siete no más, todo lo demás se ha ido vendiendo o regalando a amigos, parientes, con motivos de algún cumpleaños, etc. Uno va entregando algunas cosas, pero hay otros que me los han comprado y he vendido bastantes. A lo mejor me estoy quedando corto con 50, puede que sean más. Ahora, al mismo tiempo que yo hacía óleos hacía otro tipo de trabajos con minerales, con ágatas, con cristal de rocas, con jaspes y son trabajos paralelos.

En su biografía podemos contar Profesor, Artista Visual, Artesano, Investigador y Escritor. ¿Se nos queda algo en el tintero?

No. Quizás la palabra investigador no sea muy certera conmigo en cuanto a que para mis libros uno necesita informarse. El hecho de buscar información en la bibliografía que uno encuentra, física, comprando libros o en internet, que es más barato, no creo que a uno lo transforme en investigador. Pero en todo caso, «investigador con minúscula» (risas). Esa definición creo que sería correcta para mi caso. Además de eso por ejemplo, yo trabajé haciendo joyas que vendíamos en Copiapó, con una corporación que se llamaba «Canto de Agua» y que después con los años desapareció y entregamos toda la documentación y los derechos legales de esa agrupación que ya no tenía integrantes, se la entregamos a un nuevo grupo de personas que actualmente mantienen en vigencia el nombre de la corporación, pero somos dos grupos de personas  distintos. Incluso conozco a una o dos personas de esa corporación y no más. Pero en mi época, antes del año 2000, habíamos representantes de Huasco, Copiapó, Tierra Amarilla; de Diego de Almagro habíamos como tres o cuatro y de los cuales yo quedé como el último representante, los demás se fueron retirando, porque teníamos problemas con las distancias, los costos asociados, etc.

¿Es cierto que la construcción de su libro «Arte de los Indígenas de Atacama» del 2005 fue un proceso de autoedición y que utilizó el software Paint para realizar algunos de los diseños?

Antes de esto, ese libro lo editó el Colegio de Profesores de Chile, pero desafortunadamente lo editó solamente en blanco y negro. Lo bueno fue que se entregó a todos los colegios asociados, o sea a todas las agrupaciones gremiales de las comunas y regiones del país, por lo tanto eso hizo de que se distribuyera masivamente a través de todo Chile. A mí me tocaron no recuerdo si 150 o 200 ejemplares por ser el autor del libro, entonces yo los vendía, los repartía y se me agotaron. Entonces fue necesario seguirlos haciendo y consulté en imprentas y me salía demasiado caro, me iba a costar mucho recuperar el dinero, así que opté por probar hacerlos yo mismo y los hice. Compré una impresora grande, una Epson -bueno, no le voy a hacer propaganda a la Epson, pero una de buen tamaño y de buena calidad de impresión- y así empezó. Y como yo había aprendido en la Escuela Normal a encuadernar, encuadernación de tapa dura, me fue muy sencillo poder encuadernar un libro en rústica, con menos exigencias. Porque algunos libros que se editaron, por ejemplo la primera edición del libro «La Finca…» del año 1992, si uno los abría mucho se saltaban las hojas, se despegaban. Entonces sabiendo eso, conociendo eso y sabiendo encuadernar, yo a mis libros les coso el lomo, entonces es imposible desarmarlo.

¿Usted le dio pigmentación a estas nuevas ediciones, ya que las originales eran en blanco y negro?

Hubo que hacer todo de nuevo. El libro de «La Finca…» también lo estoy reeditando. Hubo que hacerlo todo de nuevo y volver a hacer los dibujos, colorearlos y todo en programa Paint. Entonces es un trabajo largo, larguísimo, porque figura por figura hay que hacer la mano. Uno se puede basar en fotografías, quizás alguna imagen ya impresa, pero hay que igual pasarla, limpiarla y dejarla en la forma que uno quiere que aparezca en su publicación.

Don Francisco Cornely, quien tiene un interesante libro-folleto que se llama «Arte decorativo pre-incaico de los indios de Coquimbo y Atacama», publicó ese documento en colores básicos y yo le copié algunos cacharros que el publicó de la cultura Diaguita, pero no los quise escanear, los copié a mano y les cambié el punto de vista. Entonces es otro, está basado en…, pero pasado por mis ojos, mi mente y mis manos. Mis libros son bastante artesanales, tanto en su confección como en su edición auto-edición que hago en mi casa.

¿Cómo podemos acceder a sus libros?

Hay una persona, un vendedor que era de Copiapó y que este año se le complicó la vida así que estaba más en la zona de Caldera. Él me compra libros y los revende, obviamente. Pero hace tiempo que no tengo contacto con él porque por motivo de la pandemia no nos hemos vuelto a encontrar y seguramente lo que él me compró en febrero, todavía debe tenerlos, porque me compró una buena cantidad de libros. Por lo tanto yo he seguido editándolos en mi casa y la única posibilidad real, sin perjuicio de este vendedor, es el contacto directo conmigo.

[Nota del editor: También pueden encontrar toda la colección de libros de don Juan Guillermo Rojas Muñoz, en la librería Tierra Culta, ubicada en calle Infante 631, comuna de Copiapó, región de Atacama).

Usted me estaba comentando que está realizando un Dossier, ¿qué significa reencontrarse con su obra?

Igual como me pasa con los óleos, que encontré una lista porque tuve que buscar documentación, fotografías, cartas que he recibido, diplomas, etc. Me encontré con una lista hecha a mano del material que yo había prestado  y habían esos óleos que yo no me acuerdo de ellos y empecé a encontrar que tenía fotografías, recortes, de muchísimos trabajos y uno dice, ¿pero cómo tanto he hecho? ¿O tanto he vivido? Pero en realidad es harto y estoy gratamente sorprendido de reencontrarme con cosas que uno no se da cuenta hasta que no las junta, hasta que no las recopila en un documento más concreto como es el Dossier que estoy elaborando para postular a un premio de nivel regional.

¿En la actualidad está trabajando en algún otro proyecto?

Siempre estoy haciendo varias cosas al mismo tiempo. Por ejemplo estoy leyendo y todavía no termino de leer el libro del Tahuantinsuyo de una escritora e investigadora peruana. Un libro bastante contundente. Eso por un lado. Estoy haciendo el Dossier. Me están pidiendo libros así que tengo que terminar de encuadernar algunos todavía y ya estoy pensando que me están faltando tapas, porque hay que tenerlas preparadas para próximos trabajos y no estar a última hora haciendo eso. Me están pidiendo cerámicas, una niña que vende cerámicas mías en Caldera. Llegó un muchacho que trabaja y vive en La Serena y tienen un puesto en la feria en la Avenida del Mar, entonces anteayer vino acá y se llevó varias cerámicas, así que ya tengo que reponer el material. Así que paso todo el día haciendo cosas y en este momento estoy preparando una maquinita con un disco diamantado de corte de piedras para hacer algunas lapidaciones de piedras ornamentales, porque visitamos una mina indígena y quedaron los desmontes, pedacitos de piedras, entonces también quiero recuperar eso y quizás hacer alguna pulsera, algún collar de estilo indígena con piedras que yo sé utilizaron los indígenas, porque esas minas son de indígenas de la cultura Atacameña. San Pedro de Atacama estuvo mucho explorando, explotando, recorriendo esta comuna de Diego de Almagro, más que ninguna otra cultura, la cultura San Pedro de Atacama es esencial en la comuna de Diego de Almagro y el caso más emblemático y conocido es el de la mina Las Turquesas de El Salvador. La que fue reconocida, estudiada y publicada por Carlos González, que es arqueólogo y algunas de sus socias.

¿Qué significa hacer arte en provincia, en el desierto, cambia algo?

Para mí, no. Hay algunas dificultades, como por ejemplo no tener acceso a una biblioteca grande, pero afortunadamente los medios tecnológicos -internet- permiten acceder a bastante información en cuanto a libros e imágenes. Hay que sí usar buenos filtros mentales, porque también circula mucho documento de mala calidad o entregando falsedades, información sin ningún respaldo. Entonces hay que tener cierta cultura y cierto ojo para darse cuenta de cuáles son informaciones o documentos serios, creíbles, revisar la trayectoria de los autores, etc. Pero yo creo que habría producido lo mismo estando en Santiago o en cualquier ciudad grande, con la diferencia de que aquí yo estoy en contacto con los sitios culturales que tiene que ver con nuestro  mundo indígena. Conozco varias minas indígenas y uno encuentra restos de cerámica, de las pinturas y con esos restos de cerámicas uno puedo reconstruir cacharros. Ahí tengo esos restos (apunta una de las paredes de su living) y los tengo para hacer copias de el, si no del mismo tamaño, un poco más chicas; pero que tenga la característica y se sepa que en esta comuna hubo indígenas que se les quedaron o se les quebraron partes de su ajuar diario. Así que la dificultad de no estar en contacto con mayor cantidad de museos es compensada por el hecho de que uno puede ir a lugares , estar en lugares originales y encontrar restos de cerámicas y tomarlas, examinarlas, etc. Entonces es bueno, posible y positivo estar en provincia.

No es necesario Santiago. Esencialmente tiene sus ventajas, que ahí hay bastantes museos, por ejemplo el Museo Chileno de Arte Precolombino que tiene una biblioteca fantástica. Entonces hay que ir a esa biblioteca para poder tener los textos, porque el Museo Chileno de Arte Precolombino hace sus publicaciones, pero son sus publicaciones; pero ellos tienen miles de libros más de otros autores, de otras procedencias y si uno estuviera en Santiago, de hecho yo estuve un tiempo, los conocí. Entonces uno dice, esto lo pude haber encontrado allá. Pero bueno, hay lo que hay. Se puede perfectamente trabajar y vivir en provincia. De hecho una vez otro profesor me dijo «yo siempre pensé que tenía que irme de Pueblo Hundido, de Diego de Almagro, para poder crecer y producir intelectualmente. Pero usted me demostró que no es necesario irse, que perfectamente se puede trabajar, producir, crear en localidades pequeñas como Diego de Almagro».

3 comentarios

  1. Creo que es una transcripción bastante buena de lo que expresé en la entrevista. Muchas gracias por la visita y la publicación.

  2. Muy interesante la entrevista . Creo qué és mí profesor de mí inolvidable Escuela Coeducacional Nro .4 . Pueblo Hundido . Año 1965 – 1972 . Sí és así su alumna qué lo recuerda y agradece su sabia enseñanza . Sandra Núñez Liberona . Muy emocionada por sus hermosas obras y gratamente sorprendida . Atte . Sandra Núñez L.

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