Los embarazos de miles de chilenas están siendo profundamente afectados ante lo irregular de las condiciones del sistema de salud en medio de la pandemia. Constanza Ossandón nos cuenta su vivencia llevando adelante la gestación en circunstancias que se alejan de la dignidad y respeto a un proceso tan importante y delicado.
Por Constanza Ossandón
Cuando me embaracé decidí vivenciar el embarazo desde la conexión más profunda con mi útero y mi cuerpo, comprender el trance que implica traer una nueva alma al mundo y conectarme con el rito del parto propiamente tal. Idealicé el parto libre, soñándolo en mi casa y buscando las redes que me permitieran efectuarlo de aquella forma.
Sin embargo, en la semana 20 de mi embarazo el COVID-19 llegó a Chile, dificultado no sólo dicho ideal, sino también el parto respetado en contexto hospitalario.
En la semana 22, empezó la cuarentena preventiva y el teletrabajo, que al principio parecía simpático y amable, permitiéndome descansar mayormente, sentirme más segura en casa y profundizar en las expectativas de mi proceso.
Comenzaron a aumentar los casos y comenzaron a visibilizarse las deficiencias del sistema de salud chileno, a finales del mes de abril las embarazadas fuimos consideradas población de riesgo frente al virus, y se extendió una circular para el contexto laboral, por lo que deberíamos mantenernos en modalidad de teletrabajo y frente al plan de retorno seguro seríamos parte de última población en integrarse a sus roles productivos. Para ese entonces, el embarazo seguía su rumbo normal en hospitales y se mantenían funcionando en el centro de salud regional de Copiapó, el San José del Carmen.
Sin embargo en el mes de mayo, todo cambió.
Respeto, embarazo, trabas
No existe una circular, o protocolo que se extienda desde el ministerio de salud para el proceso de embarazo. Según el Observatorio Nacional de la Violencia Obstétrica (OVO Chile) las decisiones que se ven implicadas en el trabajo de parto y parto son tomadas por cada equipo según los recursos con los que cuenten, y en ocasiones no responden a lo sugerido por la OMS como a respetar la hora de oro (primer contacto entre madre e hijo) pese a que no exista un diagnóstico de COVID-19 positivo o sospechas de aquello.
En la actualidad, en la Provincia de Copiapó, el parto ha sido trasladado a la Clínica Atacama, en función de prevenir posibles contagios intrahospitalarios a raíz del virus y garantizar un acceso a la salud integral a las madres e hijos. Sin embargo, lo anterior no deja de constituirse como un nuevo factor estresor frente a la pandemia: el gestar propiamente tal y al parto respetado.
Lo anterior se debe a que la inexistencia de protocolos decretados desde el ministerio de salud en favor del trabajo de parto y parto permite la toma de medidas arbitrarias por los distintos entes de salud, favoreciendo la ocurrencia de violencia obstétrica en contexto de pandemia.
Un hecho puntual de aquello es que se niega el derecho al acompañamiento en trabajo de parto y parto por una figura significativa, negándose incluso a mujeres sin COVID, lo cual incide directamente en el trabajo de parto y dilatación del cuello uterino, toda vez que esta acción aumenta el estrés en la madre, generando mayores niveles de adrenalina, debido al estado de alerta que debe mantener la madre en ese contexto y disminuyendo la producción de oxitocina, hormona que favorece el trabajo de parto y dilatación.
Según la OVO, en su comunicado emanado el 1 de junio, de un total de 101 instituciones catastradas, 61 públicas y 50 privadas, solo el 25% de los hospitales públicos permite el acompañamiento de una persona significativa en el trabajo de parto y parto, mientras que esto ocurre en un 87% de las instituciones privadas. Mientras que en un 46% de las instituciones públicas no se permite acompañamiento en ningún momento (trabajo de parto y parto), versus ningún reporte de aquello en las clínicas privadas.
Para la semana 32 de mi embarazo, el escenario es incierto respecto a las medidas que puedan existir una vez inicie mi trabajo de parto. El contexto de pandemia propiamente tal, genera altos niveles de estrés en cada ser humano que lo vive. No obstante, gestar en tiempos de COVID-19, aumenta dichos niveles de estrés aún más y repercute sobre el desarrollo del que está por nacer.
Dignidad y derechos
Aquí no sólo se está vulnerando el derecho de la madre y el hijo al acompañamiento durante el trabajo de parto y parto, sino el de una población completa que no tiene acceso a la salud privada para nacer con dignidad. Ministerios que tanto hablan de la importancia de la vida del que está por nacer, permanecen mudos frente a temáticas tan relevantes como el nacimiento respetado que definirán un sinfín de características del desarrollo del que está por nacer.
Por si lo anterior fuera poco, durante el mes de mayo, el colegio de matronas y matrones de Chile hizo un llamado al ministerio de salud a que entregaran equipos de protección personal para el trabajo que ellos realizan, porque no lo estaban recibiendo.
Gestar en COVID, aumenta el estrés, las posibilidades de tener riesgos en el embarazo y aumenta las cesáreas. Se dificulta el trabajo de parto y parto, porque no existen medidas desde el ministerio de salud que supongan un parto respetado y disminuyan la incertidumbre de las gestantes.
En el «mejor sistema de salud del sistema solar», presentamos diferencias abismantes respecto de los derechos de las mujeres con acceso al sistema de salud privado y sistema de salud público, siendo víctimas de la ineficiencia estatal a fin de resguardar la integridad de todas las niñas y niños que están por nacer. En Atacama se logró que hagan el examen a través de la campaña parto seguro, pero no es a nivel nacional por una decisión de la SEREMI de salud Atacama.
Se debe dar cuenta además, que el examen para verificar si una madre es COVID+, debe ser cancelado de manera particular, perdiendo la efectividad el bono PAD, que busca garantizar el monto a pagar por el parto ya sea por vía vaginal, cesárea o cualquiera de las distintas vías de resolución de un parto que no contemple riesgos mayores posterior a las 37 semanas. ⇐