Los especiales organismos extremófilos de los salares, valiosas reliquias de vida en peligro por la minería

En esta entrega de nuestra sección DesiertOculto, te compartimos este artículo que nos cuenta de la laguna Tebenchique en la Región de Antofagasta, ubicada en un sector donde la minería de extracción de litio tiene puestos sus ojos, poniendo en riesgo la continuidad de microroganismos extremófilos, los cuales viven en condiciones extremas de salinidad. Especies que habitan también en los salares de todo el norte de Chile y que tienen un valor científico mucho más grande de lo que se ve por parte de muchos poderes económicos y desde la institucionalidad.  

Por Daniel Campos / Publicado en Fanzine Canillita(San Pedro de Atacama) / La foto destacada corresponde al Salar de Pedernales. 

El Estado, parlamentarios, empresarios y su policía, están de acuerdo en continuar la explotación “sustentable” de las riquezas minerales, usufructuando con los derechos de “aprovechamiento” del agua, aniquilando la vida humana, animal, vegetal y también de microorganismos, como sucede con los extremófilos de laguna Tebenquiche.

Este salar fue declarado Santuario de la Naturaleza en mayo del 2019 y actualmente está a cargo de las Comunidades Atacameñas de Coyo y Solor, ubicadas al sur de la comuna de San Pedro de Atacama. Esto a pesar de las arremetidas de la minería extractiva no metálica, que tiene los ojos puestos en la riqueza del litio. Y en las aguas superficiales que permiten que extensas salmueras que desecan la cuenca del Salar de Atacama, se desarrollen en la absoluta impunidad.

“Los extremófilos de los salares se llaman halófilos (afinidad por la sal) y han desarrollado adaptaciones para no explotar o secarse en presencia de muchísima sal… Estos ecosistemas extremófilos tienen ‘súper poderes’ y son resistentes a todo; de hecho habitan la Tierra hace 3.400 millones de años”, nos informa el estudio “Extremófilos y origen de la vida en Atacama”del año 2017 (Farías, M.E.; Contreras, M. y Novo, F.F.).

La importancia de los estromatolitosno no es sólo científica, sino además de preservación, ya que estos microorganismos tuvieron gran relevancia en preparar al planeta Tierra a la vida con base en oxígeno. Fueron capaces de captar el dióxido de carbono y liberar O2 durante millones de años, influyendo en los mares y la atmósfera, creando la capa de ozono y preparando a la vida terrestre a depender directamente de este gas.

Y en una época donde la raza humana repleta de vapores nocivos al planeta, estos pequeños organismos ayudan a contenerlos.

La española María Eugenia Farías, es Doctora en microbiología y una de las encargadas del estudio, quien señala que “hace 3.600 millones de años los extremófilos habitaban el planeta y ahora los encontramos vivos en Chile, en Atacama, y están cumpliendo la misma función: tomar el dióxido de carbono, que es lo que está produciendo el calentamiento global, para transformarlo en carbonato de calcio, en roca”.

Humanidad extrema

“Debido a la versatilidad metabólica, los extremófilos se consideran

una fuente potencial para la creación de nuevos procesos biotecnológicos

 para la industria y otros sectores (…) Se podrían desarrollar cremas que permitan la foto-reparación

 de la piel, es decir, reparar las alteraciones del ADN producidas por la exposición a la radiación solar”

Virginia Albarracín, directora del Centro Integral de Microscopía Electrónica (Tucumán, Argentina)

La rancia oligarquía chilena tiene una capacidad alquimista única, como es transformar derechos humanos en dinero. Auxiliados por un Estado hecho a su medida, parlamentarios corruptos, empresarios tiránicos y una cómplice y esclava policía, tienen el poder de transmutar nuestras vidas en algo extremo.

Donde el aire que respiramos es tan tóxico como la lluvia ácida que no refresca. Donde nos alimentan con pesticidas que nos enferman. Donde nos precarizan el derecho humano al agua y su saneamiento. Donde los fármacos no sanan, los hospitales no salvan y el trabajo asalariado no dignifica. Somos extremófilossin saberlo. Y menos aún quererlo.

Nos adaptamos a políticas que extraen la dignidad y somos conscientes de nuestra condición de esclavos. Damos la batalla en un mundo que nos ignora y extremamosnuestras prácticas de sobrevivencia. Y aunque no producimos oxígeno, hacemos que nuestro trabajo les haga respirar tranquilos. Y así resistimos. Ya sea en la cordillera carcomida por la minería extractiva, como en los bosques desahuciados por las madereras. Ya sea en la costa anegada por la pesca de arrastre, o en los ríos y lagos invadidos por carnívoros salmones. Somos extremos no porque queramos, sino porque nos hacen así. Nos vuelven así. Nos matan así. Y como tal, resistimos. 

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