En 1781 un grupo indígena armado y decidido llegó hasta el oasis de San Pedro de Atacama, en medio
de unos de los rincones más crudos del Desierto de Atacama liderados por Paniri, un líder indio que lideró a quienes apoyaban a Tupac Amaru II en su revuelta indígena contra el imperio español. ¿Quién era y cómo se resolvieron sus combates contra el Virrey del Perú? Conócelo en la siguiente crónica.
Por Daniel Campos, Fanzine Canillita (San Pedro de Atacama)
“…la alternativa que constituyó para la población indígena el poder
arreglar su inscripción como mestizos, exceptuándose así de las cargas
fiscales, da la impresión de haber sido bastante difundida durante el siglo XVIII”
“La rebelión de Túpac Amaru: Organización interna, dirigencias y alianzas”,O’Phelan Godoy, 1979
El 12 de marzo de 1781, 200 indios armados se harán presentes en San Pedro de Atacama, surgiendo así una organización insurreccional que condena a los corregidores españoles a penas de prisión y destierro, con la amenaza de ser pasados por arma blanca.
Tomás Paniri fue el caudillo a cargo de la sublevación en el actual oasis de Atacama La Grande. El original de Ayquina difundía una circular de Túpac Amaru II, que lo vinculaba a la campaña libertaria gestada en Bolivia y Perú.
El capitán Paniri era un indio noble, con cargos de Cacique y Alcalde. Además dominaba idiomas regionales que iban desde el castellano al kunza. En Chiu-Chiu, villa histórica emplazada entre los ríos Loa y Salado, comenzó un movimiento popular de resistencia contra los españoles. Fue ahorcado y desmembrado el 14 de mayo de 1781, en la misma zona y “de manera ejemplarizante”.(“El patrimonio de los vencidos: Arqueología en comunidades subalternas”, Ayán Vila, 2014).
Si bien la postura de los caciques era revolucionaria, no había una intención antimonárquica. Túpac Amaru II no atacaba a la corona española, sino al régimen de los corregidores. “Trataba de combatir ‘dentro’ del sistema, para actuar en la ‘legalidad’ (Núñez Atencio, 2007).
La misma conformación de las milicias rebeldes era elitista, con su organización y jerarquización trazada sobre patrones militares españoles. Por ejemplo los grados de capitán y comandante fueron adjudicados a criollos, mestizos y caciques indígenas. La hegemonía europea no fue cuestionada.
Hijos de su tiempo, lucharon por una justicia pertinente a sus anhelos y que se repite empecinada, extendiendo sus raíces en el irrefrenable anhelo de usufructuar de los privilegios como si fuera un derecho. Ejemplos sobran: derecho de aprovechamiento del agua, derecho de impuesto al valor agregado, derecho de pernada y derechos humanos; derechos a estar con miedo frente a la propaganda televisada. Derecho deshecho por tanto maltrato. Derecho a una polis que rezuma democracia; derecho al escrutinio del ciudadano alienado. Derecho a un entierro pagando el sepelio.
“Le hicieron dar una vuelta a la plaza principal, le cortaron la lengua, lo descuartizaron estirándolo de sus extremidades por cuatro caballos, y después atravesaron su cabeza sobre la punta de una picota para intimidar a los sublevados. Y como si fuera poco, partes de su cuerpo fueron expuestas en distintas regiones”(Granma.cu 20-11-19).
Así terminaría sus días Túpac Katari, quien llegó a dirigir un ejército de más de 40 mil indígenas y que cercó dos veces la ciudad de La Paz en 1781. En la actualidad los asesinatos de campesinos y el pueblo movilizado de esta ciudad se contabilizan en 34 personas muertas, 800 heridos y más de 1.200 detenciones (TerceraInformacion.es 20-2-20).A más de 200 años de estas revueltas, las condiciones coloniales perduran y las injusticias y barbaridades se repiten como un eco incesante.