En la siguiente columna la psicóloga Constanza Ossandón nos lleva a reflexionar sobre el caso de un joven muerto en las manifestaciones en Santiago y sobre cómo se relativiza el concepto de paz por parte de quienes detentan el poder.
Constanza Ossandón
Prendo la tele y está en canal 13, un reportaje simplista de la problemática del consumo de OH en Chile. Sorprendidos destacan el aumento del consumo de alcohol entre los jóvenes entre 14 y 24 años, nada nuevo para quienes trabajan en esa área y conocen las deficiencias de las políticas públicas orientadas a la prevención del consumo de sustancias que generan adicción.
Después de eso, un reportaje referente a la quema de peajes en Rinconada de Maipú y las enormes pérdidas económicas. Se enfatiza en la sensibilización de la población respecto del vandalismo y las graves consecuencias en la economía nacional. Utilizan melodías tristes con el fin de causar empatía en el receptor de ese mensaje y se entrevista a un carabinero que entre angustia narra cómo su actuar se ve frustrado frente al vandalismo.
¿En serio a alguien le afecta la quema de un peaje?
¿Hay algún ciudadano que se encuentre en su casa lamentando tener que dejar de pagar ese peaje mientras lo reponen, como lo quiere mostrar la televisión?
Sigue otro reportaje que no alcanzo a retener porque siguen enfatizando la importancia de la propiedad privada por sobre la vida humana. Apago la tele y entro a las redes sociales, ¿qué es lo que encuentro?, la muerte de otro compañero en la lucha.
Muere otro joven luchando por un país más justo, por derrocar a este gobierno fascista y negacionista, que no le basta con negar la historia de un país triste y dormido, si no que hoy niega el presente y la realidad. Se desentiende de sus responsabilidades y gobierna a través de sus propios intereses.
Durante el día fueron reiteradas las noticias en facebook o twitter referentes al despliegue del contingente policial en la plaza dignidad, donde se ponía acento nuevamente el uso de la fuerza desmedida por parte de carabineros, con el único fin de reprimir manifestantes que hacen uso de su legítimo derecho a manifestarse y reunirse de manera pacífica.
Y cual fue la consecuencia, la muerte de otro espíritu valiente que sueña por un país mejor. Honor y gloría proclaman los rescatistas, por la triste muerte de un joven que huyendo de la fuerte represión policial cae a un pozo con agua del carro lanza aguas de carabineros y cableado eléctrico.
Y Sebastián Piñera, ensimismado en su sed de poder y de ambición económica, continúa hablando de paz.
¿Paz? ¿Y usted que entiende por PAZ, señor presidente?
El 15 de noviembre firmaron un acuerdo a espaldas del pueblo referente a la nueva constitución chilena, atribuyéndose nuevamente un poder que les ha sido despojado por la ciudadanía que no suelta las calles, que no deja de manifestarse en contra de su ejercicio del poder y usted ahí sigue: ciego, sordo y mudo frente a las demandas del pueblo.
¿Cuántos compañeros más tienen que morir para que se digne a renunciar?
Usted no sabe nada de paz, solo está esperando que inicie una guerra civil, a la que ha incitado en distintas formas, iniciando en los chalecos amarillos y el llamado a organizarse en contra de los manifestantes, porque a 70 días del estallido social el pueblo solo ha resistido a su terrorismo de estado, aun cuando hemos perdido la libertad, la vista y la vida, pero seguimos resistiendo y ud eso no lo entiende.
Y no lo entiende porque carece de habilidades sociales mínimas, porque la codicia le ha carcomido la empatía, y porque tiene tanto dinero que nunca entenderá lo que es comunidad, por que su gobierno nunca entenderá lo que es la necesidad, porque están en una realidad abismalmente distinta a la nuestra, donde cree que todo se soluciona con dinero y producción.
El inicio de esta crisis se gesta en la economía y como nos afectan las reiteradas alzas de los servicios básicos de este país, sin embargo, destapan una enorme crisis social por el abandono del estado a los sectores más vulnerables debido al modelo económico.
Para usted, entregar la vida en la lucha no tiene sentido, porque siempre lo ha tenido todo. Por el contrario, quienes hemos sido abandonados por este estado, sabemos que solo nos tenemos los unos a los otros y perder la vida es un riesgo que se ha decido de manera conjunta correr.