Invitados por los amigos de Atacama Walk participamos de uno de los tours más llamativos del norte, el cual visita varios de los puntos imperdibles de Caldera y otros que son hasta ahora misteriosos.
La ruta de los “antiguos observadores del pacífico” nos hace viajar en el tiempo por las eras geológicas más antiguas, la época precolombina, el siglo XIX y la actualidad de una de las comunas más bonitas del Desierto de Atacama.
Partimos temprano desde la ciudad de Caldera. Nuestro guía Álvaro nos pasa a buscar en un jeep y nos da la bienvenida al recorrido que nos espera.
Nos da las indicaciones de siempre para hacer este tour: protegerse del sol con sombrero y bloqueador solar, beber agua en abundancia, usar calzado para trekking y sobre todo mirar con actitud de curiosidad y atención el territorio.
Comenzamos identificando las tonalidades del desierto costero; entre rojos, cafés, marrones y zonas pálidas nos damos cuenta de los colores que realzan la desnudez del planeta en esta parte del continente. Así vamos entendiendo los estratos antiguos y bien conservados de la Formación Bahía Inglesa.
Álvaro nos explica que estamos sobre el que fue el lecho del océano, y que hace millones de años se conectaba con la desembocadura de un gran río prehistórico donde habitaron especies que nos hacemos la idea que eran aterradoras y fascinantes.
Algunos ejemplos son el Megalodón, un tiburón que podía alcanzar los 20 metros, el Pelagornis; primer pájaro dentado que se dató en la zona y el odobenocetops, el delfín cabeza de morsa. Todas especies que despiertan nuestra imaginación mientras tocamos piezas fósiles preservadas en el Parque Paleontológico Los Dedos.
El lugar, junto a su interés científico, posee una gran belleza escénica. Desde allí podemos observar toda la bahía y vemos el Morro Ballena y las playas del sector.
Recorriendo senderos demarcados con restos fósiles que guían nuestra ruta nos llama la atención una simpática amiga: “La Flaca” que corre de un lado para otro y se relaja echándose en la arena. Es la perrita vigilante del lugar, que vive allí luego de arribar desde otro punto icónico de Atacama como lo es la Mina San José, donde también subía y bajaba laderas del desierto jugando amistosamente con los visitantes del sector.
El Parque es mantenido por la Municipalidad de Caldera, y al momento de registrarse conocemos a Nancy Arancibia, la cuidadora que gentilmente nos atiende y nos pide anotar nuestros datos para las estadísticas del centro paleontológico.
«Es muy interesante el mundo de la paleontología. Desde que entré a trabajar aquí he aprendido mucho del tema y le puedo compartir a los turistas nuevos conocimientos. Ellos se entusiasman con el tesoro que tenemos aquí», comenta Nancy sobre su trabajo.
Salimos del Parque y Álvaro nos indica que ingresamos al sector del Área Marina y Costera Isla Grande Atacama, allí nos introduce al mundo de los antiguos habitantes de esta zona del pacífico: Los Camanchacos. Un pueblo pescador que vivía en la costa desde el sur del Perú, hasta la Región de Coquimbo y que dejó muchos de sus vestigios en tambos hechos de pircas que hasta el día de hoy son utilizados en Atacama.
Seguimos nuestro recorrido y nos avisan que conoceremos uno de los puntos más bellos de la región. Debemos bajarnos del móvil y realizar un trekking entre rocas, nada muy dificultoso. El oleaje rompe cerca de nosotros y a lo lejos divisamos la Isla Grande de Atacama, zona de anidación de aves y que inexplicablemente pasa desapercibida para el visitante que no está atento.
Cruzamos un sendero bajo los farellones de la falla geológica de chorrillos que deja al descubierto muchos de los estratos de la tierra en un choque tectónico que nos habla de un gran cataclismo difícil de dimensionar. La energía liberada nos regala hoy un paisaje hermoso.
Luego de una caminata extensa giramos tras unas rocas y nos encontramos con un murallón verde y una playa escondida; ya estamos en Chorrillos y Álvaro nos invita a conocer el micro ecosistema que está presente en el lugar.
Aquí encontramos varias especies que no existen en otros puntos, todo gracias al afloramiento de agua fósil, sí, ¡agua fósil! Una que emana de lluvias ancestrales y que pese a estar mineralizándose entrega la vida a este rincón atacameño.
Continuamos con nuestra caminata y esta vez nos dirigimos hacia un mirador escondido en donde se aprecian formas increíbles. Con unos banquitos nos dedicamos a contemplar la belleza del encuentro entre el desierto y el océano.
Playa La Virgen
Sin dudas Playa La Virgen es uno de los imperdibles de Atacama y cada año son miles de personas las que visitan este rincón de la costa calderina.
Desde afuera se piensa que solo la playa es el atractivo para viajar a Caldera, pero la verdad es que el recorrido que se debe realizar para llegar hasta allá es también hermoso y conocerlo con un relato y los datos que hay para ello cambia lo que entendemos del norte.
Atravesamos la ruta costera y nos encontramos con la belleza escénica de Bahía Cisne y la imponente Isla Grande, luego la Playa Los Vientos y la Isla Chata, la que en el día es una península.
Recorremos una zona de dunas y de pronto el verde empieza a aparecer. La vegetación se hace abundante y nos encontramos con el bello humedal del Río Copiapó.
Entre la totora y las breas asoman lagunas y cientos de aves. En los alrededores muchas familias disfrutan del aire costero y un entorno natural.
Posteriormente llegamos a la Playa Las Ágatas y la Playa Blanca, una hermanita de Playa La Virgen que tiene arenas blancas y aguas turquesas, tranquilidad y fácil acceso. Nos tentamos de bajar, pero el tiempo apremia y partimos hacia nuestro destino cruzando rocas y cactus.
Finalmente arribamos a unos muros que nos dan la bienvenidas, pasamos el acceso y ¡sorpresa!, ya estamos en Playa La Virgen. Tras bajar por un largo camino nos encontramos con una playa bellísima que es considerada una de las mejores de Chile.
Cuando se accede con guías debidamente registrados y autorizados, como es el caso de Atacama Walk, el costo de ingreso se reduce considerablemente. Bajamos y nos vamos ¡directo al agua!
La Virgen es particularmente tranquila, como una piscina con olas pequeñas. A diferencia de las playas de Bahía Inglesa, la arena es más suave. Para ir con toda la familia es segura y en el lugar hay salvavidas resguardando en todo momento a los bañistas.
La playa cuenta con instalaciones como baños y estacionamientos, también posee el Restorán Playa La Virgen, el cual tiene una vista espectacular y preparaciones gourmet.
Su dueña, Ana María Arancibia nos cuenta que a diario reciben alrededor de 300 personas y que los platos más solicitados son el Pulpo Fetuccini y la Parrillada Bahiana que consta de cortes de pescados a la parrilla.
Antes de ir ten en cuenta que en La Virgen no hay señal ni de teléfono ni internet, así que debes llevar efectivo.
«Este restorán está hecho con adobe, totora, brea, solo elementos de construcción rústica. Somos los únicos aquí en Playa La Virgen y la gente se va bien contenta con nuestras preparaciones de comida costeña, típico de la costa pacífico de sudamérica. Ahí entra Perú, Chile, Ecuador y tenemos también una mixtura con comida italiana.», cuenta la dueña del restorán.
Los misterios de la sal
Refrescados en el mar, nos sacamos la arena, tomamos un café y nos vamos directo hacia el sector de la Quebrada la Higuera, donde nos esperan dos de los lugares más extraños y desconocidos de Caldera.
Cruzando un camino que solo encuentran y cruzan expertos guías, arribamos a una planicie donde un pequeño cerro destaca y se ve un bosque pequeñísimo que tiene chañares y algarrobos.
Álvaro nos pide bajar y avanzamos unos metros para encontrarnos con una casa construida en medio de una formación salina.
Entramos y conocemos el refugio de una antigua faena de extracción de sal, la cual está tallada completa en las paredes. Algunos objetos antiguos denotan la meticulosa forma de trabajo de quienes la habitaron. Salimos y vamos a conocer los restos de las piscinas donde se evaporaba agua para extraer sal. El trabajo de numerosos obreros de mediados del siglo XIX se conserva hasta el día de hoy.
Salimos de nuevo y nos dirigimos hacia las Pirámides de Sal. Al llegar nos encontramos con un paisaje planetario. Bien podríamos estar visitando marte con nuestro guiado y bajamos a conocer las formaciones naturales de sal que están en el lugar. Álvaro nos explica sobre sus características y nos invita a contemplar el paisaje en unos escalones de sal. La paz del sector nos llena de energía.
Luego de caminar por el sector que hoy está protegido por una ordenanza municipal, reflexionamos acerca de todo lo que hemos visto y cómo el desierto es mucho más que playas y mucho sol.
Pero también con la preocupación por el poco cuidado que tienen los mismos atacameños que se meten con jeeps en lugares indebidos y dejan basura en puntos clave. Lo bueno es que cada vez hay más preocupación del tema y son los mismos operadores turísticos y comunidad consciente que se organiza para ir a limpiar y proteger el patrimonio local.
Para contactar el tour descrito, te invitamos a seguir a los amigos de Atacama Walk en Facebook e Instagram.