El periodista David Ortiz nos dice sobre el proceso de cambio cultural en la Convención: «Las relaciones interpersonales son distintas, el empoderamiento lleva a prácticas nuevas. El conservadurismo intentará distorcionar lo nuevo al punto de atemorizar, para generar un rechazo ante eso desconocido. Siendo lo que Chile dijo fue que aprobaba un cambio institucional, para llevar adelante el cambio cultural que hemos vivido como sociedad, se nos entrega el mensaje opuesto».
Por David Ortiz Zepeda
Es sano que todo esté girando en torno a la Convención Constitucional, el mismo mecanismo que en su momento fue satanizado por los dos extremos del arco político. Desde un lado los que consideraron que este camino institucional (en estas condiciones) constituía una traición y un acto ilegítimo de tranzar, y por el otro los reaccionarios que van a rechazaron cualquier tipo de modificación sustancial al sistema político y las relaciones de propiedad.
Hoy, cuando se está entrando de lleno en la parte realmente importante de la nueva constitución, en su discusión más fundamental, los opositores a este proceso llenan de preguntas el aire. Quieren sembrar dudas y generar miedo destacando los elementos más extravagantes propuestos. Se instala una apariencia, la de que el 80% del Apruebo se convertiría en un 80% del rechazo. ¿Realmente podría pasar algo así? Yo lo veo difícil, porque aquí el cambio va más allá de las relaciones de fuerza tradicionales, las orgánicas políticas y el electorado clásico. Hoy el cambio es cultural, las prácticas y la forma de entender la realidad va por otro camino.
Desde el estallido social existe una expansión democrática, pero que no necesariamente esta expansión asociada al interés sobre los temas políticos, es una expansión de actitudes que apunten a una mayor participación ciudadana. En qué sentido lo digo, en que existe una expansión de la sensación de empoderamiento de la sociedad frente los temas que tienen que ver con su propia organización, todos tienen posición y están dispuestos a tomar determinadas acciones para llevar adelante sus posturas, ya sean desde el aumento de la expresividad en Redes Sociales, en espacios públicos, en medios de comunicación (esto no alcanza necesariamente a los medios más grandes); hasta la posibilidad de movilizarse y tomar medidas de presión directa (movilizaciones, boicot).
Ahora bien, esta sensación de empoderamiento, sobre todo ante la caída de las figuras simbólicas del poder, no lleva necesariamente a una mayor participación en los canales institucionales. El ciudadano, ese sujeto ideal que tiene un pacto civil con la organización estatal, no necesariamente se hará parte de los canales (pocos) que ofrece nuestra democracia representativa. Más bien, tomará distancia. Piensen en las consultas ciudadanas, por ejemplo. La gente sospecha y toma tal distancia de las instituciones del Estado y el Mercado combinadas, que sencillamente no participará. Salvo el voto, como acción cultural heredada, la incorporación de la «novedad» de la participación puede generar miedo o, lo que es más triste, desinterés.
Trismente para la propuesta de acciones autoconvocadas esto es extensivo para las formas de organización asambleísta y lo mismo corre para organizaciones más tradicionales como la organización por partidos, sindicatos, centros de padres, organizaciones gremiales, etc. Cabe preguntarse cuando un fenómeno de movilización responde a una lógica de grupo e identitaria, y cuándo es solamente una sumatoria de intereses individuales. Cuando participa de instancias de organizaciones asamblearias, lo que empieza a primar es el interés general. La participación siempre va decayendo, hasta que la coyuntura empuja a sumarse nuevamente a alguna forma de organización en vistas de una emergencia.
Siento que esto mismo tiene una expresión en la individualidad marcada de la gente frente a los hechos sociales y el ordenamiento político. Sentir que no se es parte, tomar distancia, a veces una distancia irónica, como si eso te hiciera ser menos «estafado» siendo que es precisamente lo que le conviene al poder, el que se ríe de su falta de integración al poder, no el que se enoja. Es mucho mejor tener una persona que se está riendo de lo que pasa, criticando verbalmente y sigue activo en sus formas productivas; que uno que toma parte activa de la disputa del poder y toma compromiso por llevar adelante un proyecto de sociedad. Reírse de la Constituyente es el camino fácil.
En el breve proceso de la Convención, mucha gente toma una distancia irónica del proceso sintiendo cierta superioridad frente a las y los representantes de la instancia, de algo que efectivamente se entiende poco, porque si bien le podemos exigir a los y las constituyentes una mejor comunicación, son personas que en su mayoría están reventadas trabajando y además, la CC en su conjunto sufre el boicot desde un inicio de parte del poder ejecutivo. Además, como nunca antes, se dio un proceso de representación que salió de la lógica de los partidos, que tiene una participación paritaria, que tiene presencia (aunque no como queríamos) de las comunidades indígenas. En fin, es el proceso más nuevo y original de re distribución del poder que se ha vivido en nuestro país, y en temas de género, el más original del mundo. ¿Cómo no va a dar miedo?
Lo desconocido será rechazado la mayor parte del tiempo. Los opositores de la Convención están en contra del cambio cultural que estamos viviendo. Las prácticas sociales son diferentes, están un proceso de reinvención a las últimas décadas. Las relaciones interpersonales son distintas, el empoderamiento lleva a prácticas nuevas. El conservadurismo intentará distorcionar lo nuevo al punto de atemorizar, para generar un rechazo ante eso desconocido. Siendo lo que Chle dijo fue que aprobaba un cambio institucional, para llevar adelante el cambio cultural que hemos vivido como sociedad, se nos entrega el mensaje opuesto. Da miedo el unicameralismo, da miedo que sólo se discutan temas de la gran propiedad,
El miedo. El miedo a todo lo desconocido. Es tan básico y obvio que a veces lo olvidamos. Incluso las personas que nunca han tenido poder, tienen miedo de estar en el poder, porque es lo desconocido. Hay que tener todo esto en cuenta, y seguir adelante en un ambiente sumamente