En la siguiente columna, nuestra colaboradora Constanza Ossandon nos entrega sus reflexiones y sentir frente al tratamiento de los medios de comunicación masiva que tildan de «psicosis» al justo miedo que existe entre las mujeres de Copiapó ante las desapariciones y asesinatos ocurridos en la ciudad. «Me duelen tantas fallas, me duele tanta negligencia, porque en Copiapó las mujeres y las disidencias no estamos seguras ni desde el Estado, ni desde la sociedad civil», nos dice constanza.
Por Constanza Ossandon
“Psicosis colectiva por muerte de mujeres”, eso señalaba el título de una de las noticias difundidas por el diario “El Mercurio” respecto de los hechos acontecidos en Copiapó (ojalá fuera un titular del memercurio).
“Histeria colectiva” relataba la radio nostálgica en plena manifestación desde el útero femenino y la rabia contenida al ver tanta negligencia e inoperancia por parte del Estado.
Nos están matando y esperan que sigamos siendo dulces y delicadas, porque las mujeres no podemos salir de sus vacíos estereotipos de género: No podemos enojarnos, ni lucir irascibles. No, debemos mantenernos serenas y calmas aun cuando nos duela el alma la trágica muerte de 3 compañeras. Donde algunas pudieron evitarse si se hubiese solicitado de manera oportuna la misma tecnología que llegó a nuestra región por la trágica desaparición de Catalina.
Ahora que todo ha pasado y que los medios nacionales se fueron de nuestra región, con un misterio resuelto y nombre con el cual especular historias y conexiones ficticias que conmuevan a la ciudadanía, ahora se promueve el odio y el deseo manifiesto de volver a utilizar la pena de muerte, al igual que lo han hecho con el caso de Fernanda Maciel.
No puedo dejar de pensar en lo que está pasando acá, que no responde a la psicosis ni a la histeria, sino que responde a la ineficacia del estado para implementar políticas públicas que promuevan el respeto y resguarden la integridad de la mujeres, evidenciando la falta de compromiso con dar cumplimiento a la suscripción de tratados internacionales como la ONU y la CEDAW.
¿Sientes miedo a los hombres cuando van por las calles entre un gentío y a plena luz del día?
Camino por las calles de Copiapó hipervigilante, y pienso: “a ese tipo de la izquierda le cojea la pierna, espero no olvidarlo puede ser importante, por la calle de al frente caminan dos adolescentes, voy a fijarme que se suban a un colectivo y me quedaré más tranquila. Chucha, la Cata desapareció en colectivo, que hago… no no, mejor me calmo no puedo infundir el pánico. Sí, mejor me calmo, Hugo está preso, debemos sentirnos seguras, pero y si no era Hugo, si era otro, no, no, debo calmarme, debo transmitir seguridad”.
Así pasan mis días desde que todo explotó y lo veo en los rostros de otras mujeres, de mi mamá, de mis amigas, de mi hermana e incluso de las niñas, porque estamos asustadas y nadie se hace cargo, porque realmente parecen irrisorias las medidas tomadas desde el municipio donde llenos de orgullo, han desembolsado fondos para poner cámaras de vigilancia en los colectivos ¡Woah, que segura me voy a sentir ahora!, cuando hasta con un stikers se pueden vulnerar esas cámaras, ¿qué es lo que realmente van a controlar?…
Es que ese es el problema, actuar desde contingencia y no generar un plan efectivo de prevención de violencia hacia las mujeres, porque no quieren ver que la violencia hacia nosotras está en todos los contextos.
Desde el 2005 hasta el 2019, el discurso mediático mantuvo la idea de que solo éramos violentadas en el contexto intrafamiliar, costándoles casi 5 años comprender que sus piropos son violencia hacia nosotras, y poder publicar la ley de respecto callejero.
Los medios no reconocen que han sexualizado tanto nuestras cuerpas, que siempre somos objetos de deseo, y no importa la edad, porque han normalizado hasta la pedofilia señalando que somos cheque a fecha a desde los 12, mirándonos los pechos y haciendo que nos encorvemos para esconderlos, sin pavor alguno.
Están negando la triste realidad en la que vivimos en las mujeres, están negando la desigualdad de género intentando mostrarnos una falsa preocupación, sin embargo, lo que pasó en Copiapó marca un antes y un después, no solo fallo el Ministerio de la mujer y equidad de género, implementando de manera ineficiente el enfoque de género en los organismos públicos.
Fallaron otros cuatro instituciones más:
Fallaro Gendarmería cuando se postula a Hugo pasten al beneficio de libertad condicional y el control que se ejerció en durante dicho beneficio.
Falló el Ministerio de Justicia y DD.HH., porque que tristemente se vieron vulnerados los derechos de Sussy Montalban, quien ha sido expuesta por su nombre legal en reiteradas ocasiones por la prensa y las autoridades, aunado a que además no tuvo un acceso a una investigación eficiente en su muerte. En la vulneración de derechos a la familia de la joven migrante, cuando se enteran a través de la prensa de lo ocurrido con Marina.
Falla el Ministerio de Transportes, al no considerar el que quienes trabajan en el transporte público interactúan niñas y niños, por lo que debe exigírseles el certificado de inhabilidades para trabajar con niñas y niños como al resto de cargos que se les exige.
Y por supuesto falló la Justicia al permitir que le concedieran los beneficios a Hugo Pasten y en el actuar poco oportuno del Fiscal, en el Ministerio Público, que no logró visualizar los casos como un todo y los concibió hasta el último momento como hechos aislados.
Me duelen tantas fallas, me duele tanta negligencia, porque en Copiapó las mujeres y las disidencias no estamos seguras ni desde el Estado, ni desde la sociedad civil.
Hoy escribo desde la rabia y la pena, tengo convicción de que esto solo nos dará más fuerza como mujeres, para unirnos y exigir juntas que caiga la justicia patriarcal.
Llámenos psicóticas, histéricas y locas, porque no pueden estar más lejos de la realidad. Estamos juntas y organizadas para derrocar su sistema patriarcal desde las distintas aristas donde nos encontramos.
Porque libres y sin miedo, VIVAS NOS QUEREMOS.